El otro día comentaba con un amigo la reciente entrevista al Presidente del Gobierno en TV. Una conclusión compartíamos: a partir de un determinado momento, el cargo configura a la persona, por lo que todas las que lo ocupan se terminan pareciendo. A este fenómeno se le denomina síndrome de La Moncloa. Tiene varias características. Una es, a mi juicio, la más sobresaliente: el Presidente, no habla, no dialoga, no debate, ... sermonea. Hablo bien del cargo y no de la persona. Es uno de los atributos del cargo: ser oído sin rechistar. Sólo nos falta repetir la escena que hemos visto en los antiguos países comunistas o en la Rusia de Putin o en la China actual: escuchar y tomar notas. Esta característica es una característica histórica. Es el resultado de una Historia autoritaria. La libertad es un descubrimiento reciente en la Historia de España. A diferencia de USA, donde la libertad es un sentimiento fuertemente arraigado en el ciudadano medio, en España es una "conquista" además, plasmada jurídicamente. Es un "derecho" en sentido jurídico. Todavía nos queda mucho para que sea un sentimiento, algo en lo que se cree firmemente, sin mayores ambages. Tal vez, cuando esto se produzca, el Presidente será, sobre todo, una persona que ocupa la presidencia que, como tal persona, interrelación con normalidad con las demás y con ellas debate, intercambia puntos de vistas, ... y no sermonea. A mi juicio, más que síndrome de La Moncloa, hay un síndrome en la sociedad española que se podría denominar como la idolatría del poder, la reverencia ante el Presidente como un extraterrestre dotado de un superior conocimiento e inteligencia. ¿Cuándo se hará humano?
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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