Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de enero, 2019

Presupuestos inconstitucionales

La Constitución española, en el artículo 135, consagra el principio de estabilidad presupuestaria. En su desarrollo, se aprobó la Ley Orgánica 2/2012, de 27 de abril, de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera .  El principio de estabilidad implica, en los términos del artículo 3 de la Ley orgánica 2/2012, que “la elaboración, aprobación y ejecución de los Presupuestos … se realizará en un marco de estabilidad presupuestaria, coherente con la normativa europea”.  A tal fin, el artículo 15 de la misma ley regula los objetivos de estabilidad presupuestaria y de deuda pública en los siguientes términos:  “en el primer semestre de cada año, el Gobierno, …, fijará los objetivos de estabilidad presupuestaria, …, y el objetivo de deuda pública referidos a los tres ejercicios siguientes, …. [A tal efecto] cada año el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas remitirá las respectivas propuestas de objetivos al Consejo de Política Fiscal y Financiera de las Com

La Constitución: para que sirva y enamore

La Constitución, afirmó el Rey Felipe VI en su alocución del pasado día 23 de diciembre de 2019, “no es una realidad inerte, sino una realidad viva que ampara, protege y tutela nuestros derechos y libertades”. Es una “Constitución viva” entendida como “el modo en que una determinada Constitución escrita es concretamente interpretada y actuada en la realidad política” (R. Guastini). Es la Constitución “vivida” por los poderes; los que garantizan su cumplimiento y sancionan sus incumplimientos. Y, aún más importante, la vivida por los ciudadanos. Los ciudadanos han de vivir y sentir lo que supone que la Constitución afirme que “España se constituye en un Estado”, al que le atribuye unos rasgos (social y democrático de Derecho), a la par que proclama que debe servir, como su ordenamiento, a unos valores “superiores” (señas de identidad del liberalismo progresista): los de la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político (artículo 1). P. Haberle ya apuntaba, en su tesis de la

El avión de Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abandonó este pasado sábado, sobre las 11.15 horas, la isla de Lanzarote a bordo del avión Falcon del Ejército del Aire en compañía de su mujer y sus dos hijas después de pasar una semana de vacaciones en la residencia de La Mareta de Costa Teguise. Es el texto de la noticia repetido en los distintos periódicos. No es el primer presidente del Gobierno que lo hace, pero sí ha sido el primero que ha alcanzado la presidencia con un discurso, plasmado, entre otros, en el de la moción de censura del pasado 31 de mayo, basado en reivindicar: la “higiene democrática”; “la defensa del prestigio de las instituciones gravemente dañadas”; la “regeneración democrática”; “los imperativos de la ejemplaridad y también de la responsabilidad”; “la fuerza moral”; la respuesta a la “emergencia institucional”. Y, también, la exigencia de afrontar las “urgencias sociales que no admiten la más mínima demora”; la “dignificación salarial de los trabajadores y

El avión de Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abandonó este pasado sábado, sobre las 11.15 horas, la isla de Lanzarote a bordo del avión Falcon del Ejército del Aire en compañía de su mujer y sus dos hijas después de pasar una semana de vacaciones en la residencia de La Mareta de Costa Teguise. Es el texto de la noticia repetido en los distintos periódicos. No es el primer presidente del Gobierno que lo hace, pero sí ha sido el primero que ha alcanzado la presidencia con un discurso, plasmado, entre otros, en el de la moción de censura del pasado 31 de mayo, basado en reivindicar: la “higiene democrática”; “la defensa del prestigio de las instituciones gravemente dañadas”; la “regeneración democrática”; “los imperativos de la ejemplaridad y también de la responsabilidad”; “la fuerza moral”; la respuesta a la “emergencia institucional”. Y, también, la exigencia de afrontar las “urgencias sociales que no admiten la más mínima demora”; la “dignificación salarial de los trabajadores y trabaja

De la crisis catalana a la constitucional

El Consejo de Ministros se va a reunir en Barcelona el día 21 de diciembre. Noticia, notición. Un arrebato de locura recorre España. Titulares, primeras planas, análisis, conjeturas, y, sobre todo, calificativos de “hecho histórico”. El lugar donde se celebra el Consejo de Ministros es tan irrelevante, jurídicamente, que no es objeto de regulación ni en la Constitución ni en la Ley del Gobierno. El Consejo de Ministros se puede reunir donde le plazca al presidente del Gobierno. En cualquier parte del territorio nacional se puede constituir para deliberar y decidir; para ejercer sus funciones. Se ha reunido en los últimos tiempos en Sevilla, con antelación a las elecciones andaluzas y no pasó nada. Fue escasamente noticiable. En ningún caso, se calificó de histórico. Llega a Barcelona y se abren las puertas de la Historia. Hoy, en Cataluña, como en otras ocasiones, se está escribiendo la Historia de España. En los despachos de la Generalitat, con el auxilio de la movilización callejera,

Malestar y esperanza

La Constitución se inicia -en su Preámbulo- proclamando el deseo de “la Nación española, [de] establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran”. Después de la dictadura de Franco, sólo cabía la esperanza de alumbrar otro Estado, el democrático de Derecho. El que propugna como valores superiores la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político (art. 1.1). Frente a la esperanza, hoy se alza el malestar. El malestar es definido, en el Diccionario de la Lengua española, como desazón, incomodidad indefinible. Hoy se habla del malestar de la política, del malestar de la democracia, del malestar de la globalización, … Desde Trump, el Brexit, pasando por la revuelta francesa, Italia y otros. Entre nosotros, el golpismo en Cataluña, la irrupción de la extrema derecha en Andalucía, pasando por la situación del Gobierno de la Nación. Miramos a nuestros vecinos, a nuestros compañeros, … caras de enfado, de desagrado. Es el “fin de las prome

El Rey, sagrado

Michael Ignatieff, catedrático en Harvard, y antiguo líder del Partido Liberal de Canadá, escribía, en su libro sobre su paso por la política (Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política), que “el arte de la política consiste esencialmente en ser un maestro del oportunismo. Un torpe oportunista político no es más que alguien incapaz de ocultar que está aprovechando una oportunidad. Un oportunista hábil, por el contrario, es alguien que sabe persuadir al público de que ha sido él quien ha creado la oportunidad.” Cuando oí la “propuesta” de Sánchez de incluir en la reforma de la Constitución, incluso, la eliminación de la inviolabilidad del Rey, ¿cómo calificar a un político que ni es capaz de ocultar que pretende aprovechar una oportunidad, como los torpes, ni sabe persuadir de que está creando una oportunidad, como los hábiles? Ni es torpe, ni hábil, porque la inviolabilidad del Rey no es ninguna oportunidad. La inviolabilidad del Rey (art. 56.3 Constitución) quiere decir que la perso

Populismo nacionalista

Eatwell y Goodwin han explicado, en su libro dedicado a la expansión del populismo nacionalista en la democracia liberal (“National Populism. The Revolt Against Liberal Democracy”), que una de las raíces de su crecimiento radica en la naturaleza elitista de la democracia liberal que vendría a explicar dos fenómenos. Por un lado, la ausencia de representación de ciertos colectivos, intereses, preocupaciones y políticas; y, por otro, la falta de confianza en políticos e instituciones. Los partidos que encarnan el populismo vendrían a ofrecer una respuesta a la preocupación de un sector de la población en relación con ciertos problemas que le acucian, desde la pérdida de riqueza, de esperanza, de futuro, pasando por la inmigración, la globalización y la delincuencia. Cuando los actores tradicionales ni pueden, ni quieren; cuando ni son capaces de captar ni de entender los problemas dan voz a los que no tienen voz; dan representación a los que no la tienen. La paradoja, otra más, de la dem

Tiranía popular

Una de las aportaciones nucleares del liberalismo a la configuración del Estado es la de la división de poderes. No porque antes de las reflexiones de Locke, Hume y, fundamentalmente, Montesquieu no se hubiese teorizado por tal división, sino porque fueron éstos, especialmente Montesquieu, los que asociaron esta forma de organización del Estado con la protección de las libertades. Frente al absolutismo y a la concentración del poder, Montesquieu afirmaba, en 1748, que “todo estaría perdido si el mismo hombre y el mismo cuerpo ejerciese los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutarlas y el de juzgar.” El valor supremo es la libertad, el mayor enemigo, el poder. Para contrarrestar la tendencia natural del poder el abuso es imprescindible dividirlo, a la par que someterlo a controles mutuos. El resultado, es el “checks and balances”. A partir de aquí, el influjo se dejó sentir. La Declaración francesa de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789 afirmaba, en el artículo 16

Planificación y prohibición

Desde que, en los años 60 del siglo pasado, Daniel Bell escribiera su famoso libro sobre el fin de las ideologías, se discute sobre la tendencia de los polos ideológicos a aproximarse en una suerte de pensamiento único. Como afirma Bell, “en el mundo occidental existe un robusto consenso entre los intelectuales sobre las cuestiones políticas: la aceptación del Estado del bienestar; lo deseable de la descentralización del poder; un sistema de economía mixta y el pluralismo político. En este sentido, la era ideológica ha terminado.” En otros sentidos, no ha terminado: en el de los caminos a seguir para alcanzar los fines, incluso, los consensuados. La ideología sigue siendo una construcción teórica que cumple dos finalidades esenciales. Por un lado, una explicación de los hechos sociales y, por otro, una llamada a la acción para su transformación. El problema surge, como alertó I. Berlín, cuando esa construcción se vuelve monista: es la única explicación y es la única guía de acción. Nos

Trump no es culpable

La decadencia de los Estados ha suscitado siempre un extraordinario interés. Por su carácter alegórico, la del imperio romano es el mejor ejemplo (Gibbons; entre otros). La de la democracia, aunque presente, incluso, desde sus primeros teóricos (Aristóteles), ha sido convertida en la actualidad en uno de los temas centrales de la reflexión política.  La decadencia de la democracia desafía la opinión convencional sobre su consolidación y estabilidad. Hoy se reconoce que está en retroceso (según el último informe de Freedom House: “Freedom in the World 2018”) e, incluso, se habla de su posible desaparición. Es la tesis de autores como Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (“Cómo mueren las democracias”) y Yascha Mounk (“El pueblo contra la democracia: Por qué nuestra libertad está en peligro y cómo salvarla”). El populismo sería una de sus manifestaciones. Trump es la culminación de un largo proceso de debilitamiento de la democracia norteamericana. Igualmente, la elección de Bolsonaro, el n

Provocación

Provocación es una acción pensada en el “otro”. Según las tres definiciones recogidas en el Diccionario de la Lengua Española, es el “otro” el que dilucida la acción. Es el “otro” el que sufre la consecuencia de la acción, el que reacciona de manera enojada, y el que se excita sexualmente. El “otro” es el importante; no habría provocación si nada hiciera, ni se enojara, ni se excitara. Cuando oigo hablar de provocación pienso en una mujer con minifalda. Cuántas veces hemos tenido que oír, cuando se habla de violación, que la mujer la provocó con su atuendo. La repugnancia que me produce es equivalente a la que ahora siento cuando oigo, incluso, a ministros del Gobierno de Sánchez calificar como provocación el acto del pasado domingo en Alsasua. Me siento, igualmente, como una mujer violada que tiene que aguantar que los machistas irredentos me tengan que decir qué falda vestir o qué hacer o decir para evitar que los violadores atropellen mi libertad. El pasado domingo estuve en Alsasua

Atila y la tragedia de los comunes

Garrett Hardin, en el año 1968, acuñó una expresión que ha hecho una extraordinaria fortuna más allá de su ámbito inicial. Sostenía que, en relación con los recursos naturales, se produce la “tragedia de lo común”, de los bienes comunes: el conflicto entre el interés personal de la explotación y el interés colectivo de la conservación, acaba convirtiendo la despreocupación por lo común en un perjuicio individual. El proceso contra el golpismo catalán es otro ejemplo, salvando las distancias, de la tragedia de lo común; la de las instituciones que, como las definiera Ralf Dahrendorf, sirven para la construcción normativa de la sociedad de la democracia liberal. Por un lado, la Abogacía General del Estado ha presentado un escrito de acusación de los golpistas que rebaja la calificación inicial. Y, por otro, la Fiscalía General del Estado, mantiene la acusación en los términos ya conocidos. Los escritos procesales, en coherencia con su función en el seno del proceso, llevan a cabo la “ins

Fortaleza del Estado, debilidad del Gobierno

El viernes 27 de octubre de 2017 se publicaba en el Boletín Oficial de Estado, el Acuerdo del Consejo de Ministros por el que se aplicaba lo dispuesto en el artículo 155 de la Constitución ante los gravísimos incumplimientos constitucionales protagonizados por la Generalitat de Cataluña en su empeño secesionista. El artículo 155 CE regula el típico mecanismo de coerción estatal en los Estados federales o fuertemente descentralizados ante los incumplimientos graves por parte de los Estados federados. Es similar al contemplado en el artículo 37 de la Ley Fundamental de Bonn. Los mecanismos ordinarios tienen en los tribunales su protagonista. Éstos castigan, a posteriori, los actos contrarios a la Constitución. Cuando el incumplimiento es grave, reiterado y sin perspectiva de corrección; cuando supone, como ha señalado el Tribunal Constitucional, una vía de hecho y un manifiesto y voluntario desconocimiento del orden constitucional, sólo caben los extraordinarios. Éste es