Los relatos y análisis que se están publicando estos días ponen de manifiesto que algo se hizo mal con la liberalización. La idea central es que la liberalización fue excesiva. Lo que cuenta hoy The New York Times es representantivo. Se consideró que liberando las fuerzas del mercado del control público se generaba riqueza. Y ciertamente fue así. No se puede desconocer que durante el período de la liberalización se ha producido una importante ganancia de riqueza para todos, aunque ciertamente más para unos que para otros. Sin embargo, también es cierto que, como el tiempo lo ha demostrado, fue una generación de riqueza a corto plazo. A la largo, ha sido catastrófico, según parece. El caso que nos cuenta hoy el citado periódico es ilustrativo. Al relajarse la relación entre activos y deuda, de modo y manera que los bancos de inversión pudieron contraer más deuda, se liberaron ingentes cantidades de millones de dolares que inyectaron liquidez a la economía permitiendo a todos llevar a cabo políticas cada vez más agresivas o arriesgadas. El salto hacia adelante fue notable. Sin embargo, al final ese salto se ha demostrado que ha sido un salto hacia un agujero negro en el que ahora nos encontramos. Cuando las cosas van bien, la regulación es un incordio, cuando van mal, es la salvación y todos nos acordamos que las cosas pudieron haber ido diferentes si la regulación hubiese funcionando. Sin embargo, no comparto este juicio. Es muy fácil mirar hacia atrás ahora que ya sabemos el final de la película. Puesto a especular, ¿qué habría sucedido de haber continuado la regulación con el nivel que teníamos? Ciertamente, hoy no estaríamos en el agujero negro, pero nuestra existencia habría sido tan mediocre que bien valía la pena asumir el riesgo. Encontrar el punto de equilibrio es complicado, probablemente, porque no existe y de existir es imposible de establecer por el propio dinamismo. Dejemos de llorar e intentemos encontrar soluciones ... y que el Gobierno hable de soluciones y menos de acusaciones a la oposición. A mi no me interesan. El Gobierno está para gobernar no para fustigar a la oposición, no es la oposición de la oposición.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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