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No es el 4 de julio

Hoy, martes, 4 de julio, el Presidente de la Generalitat dará a conocer los detalles legales y técnicos del referéndum secesionista del día 1 de octubre. Cuando no se tienen ideas y aún menos, hechos, la esperanza se construye sobre imágenes, sobre símbolos. El 4 de julio ha sido elegido, como resulta evidente, por la fecha de la celebración de la independencia de Estados Unidos. En ese día, en el año 1776, el Congreso de las 13 colonias británicas, aprobó la Declaración de independencia. Una declaración que comienza con la conocida frase: “Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tomar entre las naciones de la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación”. A continuación, se enumeran los agravios sufridos que someten, proclama, “al juicio de un mundo imparcial”.

Comparar la situación de Cataluña, en el año 2017, con la de las 13 colonias, en 1776, es la enésima prueba de que el secesionismo ha perdido el sentido de la realidad, enfrascado en un mundo onanista de ficción. Sin embargo, ha elegido, una vez más, mal, muy mal. En primer lugar, el 4 de julio es el día de la Declaración de la independencia, después de un año de guerra. Este fin de semana el President afirmaba, “les molestamos, les damos miedo y más miedo les daremos”. No sólo no hay guerra, ni la habrá, ni meten miedo, sino que exponen la farsa que se está organizando. No es un referéndum para decidir sobre la independencia, lo es para sancionarla. Es irrelevante la participación, el número de votos afirmativos, el respeto a las leyes, etc. Irrelevante.

En segundo lugar, el 4 de julio se firmó la declaración de independencia de trece colonias, nada que ver con la situación de Cataluña. Considerarla como una colonia sólo puede estar en la cabeza de los fanáticos más irredentos, resistentes a los hechos, incluso, a los más evidentes, como si fuera cierto, que nos encontraríamos ante, probablemente, el único caso en la historia de la humanidad en la que la colonia es mucho más rica que la metrópoli. Conclusión, España, no sabe, ni expoliar.

En tercer lugar, tampoco la España de 2017 es la Gran Bretaña de 1776. En el fondo, lo único que se pretende es alimentar la “matraquilla” de que España es un Estado autoritario, que reprime la democracia y los derechos. Si se sometiesen los hechos al juicio de un mundo imparcial, como se proclama en la Declaración, el resultado sería el de una democracia consolidada que intenta gestionar la deriva autoritaria de unos políticos cegados por el interés personal. Por mucho que “corran”, la secesión tiene una sombra muy alargada llamada corrupción.

En cuarto lugar, el símbolo elegido es, tal vez, el peor posible. Estados Unidos se ha construido sobre un principio constitucional capital: la indisolubilidad de la unidad de la nación. El Tribunal Supremo de Estados Unidos, en la Sentencia Texas v. White del año 1869, proclamó, a través del Chief Justice Chase, que “La unión de los Estados nunca fue un vínculo puramente artificial y arbitrario. … La Constitución en todas sus disposiciones pretende hacer una unión indestructible compuesta por Estados indestructibles. … Cuando Texas se convirtió en uno de los Estados Unidos, entró en un vínculo indisoluble. La unión entre Texas y los otros Estados fue tan completa, tan perpetua y tan indisoluble como la unión entre los Estados primitivos. No quedó espacio para reconsideraciones o revocaciones, excepto mediante la revolución o el consentimiento de los [otros] Estados.” La unión es indestructible, indisoluble, perpetua, … lo que se dice en el artículo 2 de la Constitución española.

No deja de ser paradójico el que el Estado surgido de la Declaración, cuya aprobación se celebra el 4 de julio, es, precisamente, una República en la que el derecho a decidir/derecho a la autodeterminación no está reconocido. Y todo esto, para denunciar el autoritarismo de un Estado que no permite hacer lo que tampoco el Estado que sirve de ejemplo. Sería tan “autoritario” el Estado español como los Estados Unidos de América. Y ambos, como tales Estados democráticos de Derecho, hacen lo único que deben hacer: cumplir y hacer cumplir la Ley. Incluso, hay una diferencia, a favor de la democracia española. En nuestro caso, nada impide que se modifique la Constitución para hacer realidad el desiderátum de los secesionistas. En cambio, es muy dudoso que tal deseo se pueda ver satisfecho en el caso norteamericano. La experiencia histórica lo confirma.

En definitiva, el secesionismo catalán sigue su camino, imperturbable hacia el ridículo. Colonia más rica que la metrópoli, referéndum sin urnas, sin legislación, sin reconocimiento internacional y, a este ritmo, sin votantes. El 1 – O, no es el primero de octubre, es el marcador de la victoria del Estado democrático de Derecho. Por cierto, la declaración finaliza: “Y en apoyo de esta Declaración, con absoluta confianza en la protección de la Divina Providencia, empeñamos nuestra vida, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor.” Veremos, cuántos de los patrocinadores comprometen, no la vida, que no está en juego, cuanto la hacienda y el honor. Veremos. Por ahora, ninguno se ha atrevido a estampar su firma en documento alguno.

(Expansión, 04/07/2017)

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