En el día de hoy, como viene siendo habitual en los últimos tiempo (y espero que sigan así), la prensa nos saluda con otros ejemplos del despilfarro administrativo. Hoy toca a los Cabldos. Por un lado, nos hemos enterado que el Cabildo de Tenerife está a la cabeza de las Administraciones españolas en número de empresas públicas (75 empresas). Y, por otro, el Cabildo de Gran Canaria pagaba a sus funcionarios y cargos públicos la ortodoncia y la oftalmología. Son ejemplos que, al margen de su importancia cuantitativa, pone de relieve la ausencia de pudor en el manejo de los caudales públicos. Cuando eramos ricos, la riqueza que todos derrochábamos, tapaban estes cuestiones. Ahora que la marea ha bajado extraordinariamente, sobresalen escandalusamente estos abusos. Que sigan apareciendo y que los ciudadanos vayan desarrollan una auténtica cultura de la responsabilidad cívica y política a exigir a los políticos.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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