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El coste de la política: el caso italiano

Nos escandalizamos, entre nosotros, por el coste que tiene la política y los políticos en España. El Estado de las Autonomías es muy costoso. Además, se ha gestionado para hacerlo aún más costoso. Es el coste, por un lado, de la frivolidad y, por otro, de la desconfianza. Los frívolos y los nacionalistas, cada uno con sus objetivos políticos, han re-construido un Estado que es disfuncional y extraordinariamente oneroso. Nos queda el consuelo de los salarios de los políticos italianos y de todos los empleados del parlamento italiano. Que un parlamentario pueda ganar 18.000 € mensuales nos causa estupor. Con este parámetro, es lógico que taquígrafos, secretarias, ... hasta peluqueros, todos los que prestan servicio en aquél parlamento cobren unos suelos desproporcionados que entran en el capítulo de hurto institucionalizado. Nada puede justificar estos ingresos. Siempre nos queda ... Roma.
Sueldos estratosféricos en el Parlamento italiano: un taquígrafo gana lo mismo que Don Juan Carlos - ABC.es

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En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e

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Cientos de miles de personas nos manifestamos por las calles de Barcelona. La primera gran manifestación del constitucionalismo contra el secesionismo. Dimensiones históricas. Y simbolismo, igualmente, histórico. Se han soltado lágrimas de emoción; las de la felicidad. Toma cuerpo la otra Cataluña, la que resiste frente a la secesión, y, sobre todo, frente a su motor principal: el autoritarismo. Cataluña está dividida. El secesionismo la ha partido en dos. La otra mitad ha querido demonstrar su hartazgo; su rechazo. Su determinación a enfrentarse al golpismo. No se quedará cruzada de brazos. Una fiesta cívica. Una celebración de la españolidad y de la catalanidad. Se ha roto el tabú y el silencio. Asistimos a la reivindicación de la españolidad incluyente (“somos catalanes, somos españoles”) y democrática (“somos españoles, no fachas”, se gritaba). Es la que se enfrenta al secesionismo. No es una cuestión de historia, de patria, de ideología, … es una cuestión de libertad. Hay u