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La pública ambición

La ambición está mal considerada. Tiene mala prensa. La ambición no es comprendida. Según el Diccionario de la Lengua española, es el “deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama.” El deseo y, además, ardiente. Qué curioso. Lo de menos es el objeto sobre el que se proyecta dicho deseo: poder, riqueza, dignidad o fama. Estamos ante un deseo casi sexual, tan ardorosamente como el sexual. Este tipo de deseo sólo se puede manifestar en la intimidad, con las personas con las que se comparte esta intimidad. Es lógico, por lo tanto, que entre nosotros no sea un deseo a publicitar, sólo a compartir.

En la lengua inglesa, por ejemplo, en el Merriam-Webster dictionary, ambición, o ambition, es un “ardent desire for rank, fame, o power”. En cambio, se añade, un segundo significado: “desire to achieve a particular end”. Aquí está la diferencia. Entre nosotros, y también según el primer significado del diccionario de la lengua inglesa, es sólo el ardiente deseo. En cambio, en el mundo anglosajón, si seguimos el indicado diccionario, es también el deseo de alcanzar un particular objetivo. En esta segunda dimensión, al menos, la ambición es socialmente admisible, lo que en nosotros no es posible de ninguna de las maneras. No hay un significado “blanco” o “positivo” de la ambición.

Nuestra cultura, ni nuestra Historia, es la de la ambición porque está reservada a la intimidad. Aquí se puede ser ambicioso, entre aquellos que comparten intimidad. Otra diferencia, sobre la que también es posible reflexionar, es la relativa al objeto de la ambición. Entre nosotros se incluye la riqueza, el dinero, no así en el significado del Merriam-Webster dictionary. No se incluye las riquezas, pero, en cambio, si, curiosamente los otros “objetos”: dignidad, fama o poder. Podría interpretarse que, efectivamente, estos objetos suponen dinero. No puede infravalorarse que en el significado castellano, a pesar de que también en nuestro idioma el dinero es una consecuencia de los objetos indicados, se incluye además expresamente como si el dinero pudiera ambicionarse al margen de la dignidad, fama o poder. Inmediatamente viene a la cabeza la ambición de los delincuentes. Esta asociación incrementa la vertiente negativa del término. 

La ambición tiene, entre nosotros, mala prensa porque i) es un deseo ardiente, ii) casi sexual, iii) que debe expresarse en la intimidad, como todos los ardores, respecto de iv) dignidad, fama o poder, pero v) también la riqueza o el dinero el que, vi) al disociarse de aquellos, se nos presenta como el dinero sin dignidad, fama o poder, o sea, el dinero canalla, el dinero de los delincuentes. Todo esto refuerza considerablemente la conclusión sostenida: la ambición no puede ser publicitada en nuestro mundo cultural porque recibirá la misma sanción que la exhibición pública de los deseos sexuales, en particular, aquellos particularmente viciosos. La ambición es, en realidad, un vicio social inconfesable y, por lo tanto, no publicitable.

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