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En manos de la CUP


Estas elecciones eran muy peculiares. Muy distintas a todo lo vivido en España hasta ahora. Los nacionalistas las habían convertido en un reto al Estado, a la España democrática, al Estado de Derecho. El objetivo no podía ser más imposible, no sólo porque no se podría alcanzar, sino por la imprecisión del mismo procés en relación con varias cuestiones capitales: quién lo dirigirá, hacia dónde y cómo. Ahora ya lo sabemos: la CUP.

El carácter plebiscitario lo ha condicionado en el plano político. Se ha tratado de una gran trampa de destrucción masiva. Se ha engañado a los ciudadanos con mensajes que eran grandes mentiras. La más escandalosa la de la expulsión de Cataluña de la UE y la ausencia de procedimiento en los Tratados para llevarla a cabo. Cuando, como es evidente, se trata de una salida inducida por la propia declaración unilateral de independencia.

La gran mentira ha sido el objetivo trazado para medir el éxito. Cuando los partidos independentistas que hoy se han presentado en coalición tienen 71 escaños en el Parlament, han bajado el listón del éxito a la mayoría absoluta de la Cámara, con el argumento de que será la mayoría suficiente para declarar la independencia. Ni consiguen hacer realidad este objetivo. Ni tampoco el de la mayoría de votos. No sólo han pretendido substituir votos por escaños, sino hacer desaparecer de la campaña electoral, como hemos visto, el debate sobre la gestión del President Mas. Todo un éxito de maquiavelismo político nunca visto en la historia de la democracia española. Conseguir escamotear el debate esencial en toda democracia para que los ciudadanos puedan desplegar el control sobre la acción del partido gobernante, sobre la base de trazar una línea en el aire, para establecer la frontera de la República catalana que, incluso, está por debajo de la ya conseguida por los partidos independistas. Toda una obra de cinismo político. La política en su crudeza extrema.

El bloque independentista ha alcanzado la mayoría absoluta, pero Junts Pel Sí (JxSí) necesita de la CUP como bastón en el que apoyarse. Esta asociación crea incertidumbre en la candidatura mayoritaria. ¿Qué hará la CUP? Ya ha dicho, en coherencia con su ideología antisistema, que no apoyará la elección de Mas como President. Se necesita su voto favorable. No basta su abstención ya que los que votarían en contra serían mayoría. JxSí y todo el procés queda en manos de la CUP, o sea, de los antisistema. Es la gran paradoja, la secesión en manos de los anticapitalistas. Se trata ahora, según nos han dicho, de iniciar el proceso constituyente, o sea, el de la construcción del nuevo Estado, con nuevas instituciones, nueva legislación, nueva ciudadanía y establecer relaciones internacionales. Todo esto en paralelo a la legalidad del Estado español. Pero ¿cómo ha de ser ese Estado? ¿será también definido o pactado con los antisistema?

Las señas de identidad del proceso son las de la inseguridad, el caos, … Es el peor escenario posible. Incluso peor al del triunfo por mayoría de JxSí. La incertidumbre tendrá dos señas: la de la creación de una realidad institucional paralela y la de la orientación anticapitalista de la fuerza que da soporte a todo el proceso. Esta tiene un arma decisiva. Si el sector moderado tiembla en el empeño, podrá concitar el apoyo de las fuerzas de izquierdas tanto de JxSí como de la candidatura nucleada por Podemos (Catalunya Sí Que es Pot), para formar un gobierno de concentración de izquierdas. No sólo tendremos una transición hacia un nuevo Estado sino, incluso, hacia un nuevo sistema. Un doble reto que será muy difícil de gestionar por todos, incluso, por los independentistas más moderados.

Frente a este reto, ¿qué se puede hacer? Ley y sólo Ley. Lo que se ha plebiscitado, si es que se ha plebiscitado algo, ha sido la continuidad del Estado de Derecho. Y lo han hecho aquellos que no pueden hacerlo. El Estado democrático de Derecho tiene los instrumentos suficientes para reconducir la situación con la Ley en la mano. ¿Por qué en Estados Unidos no es posible, porque no sería democrático, convocar y celebrar un referéndum para la secesión de ninguno de los Estados y, en cambio, aquí, entre nosotros, sí es una obligación, sedicentemente, democrática? No. No es democrático. La democracia no es consultar al pueblo. La democracia es consultar al pueblo conforme a los límites y en el marco de la Ley. La nuestra no lo permite. Como tampoco se puede consultar sobre tantas otras cosas. No se puede consultar sobre la supresión de los derechos fundamentales. Podría hacerse, pero primero, habría que cambiar la Ley, modificar la Constitución.

Los nacionalistas nos han puesto ante el espejo de nuestro acomplejamiento. Una nación acomplejada por su pasado que es incapaz de mirar a los ojos a aquellos que le retan con una propuesta ilegal. El peso de la conllevancia ha generado estas perturbaciones. El tiempo de la “soportancia” que ha conducido a que los españoles catalanes o los catalanes españoles se hayan sentido abandonados por el Estado democrático. Se han consentido todos los atropellos inimaginables. El resultado lo estamos viendo ahora.

Ninguna mayoría, por mucho que lo sea de votos o de escaños, de una parte puede hacer doblegar la voluntad del pueblo español que, en tanto que constituyente, ha alumbrado una España constituida en Estado democrático de Derecho en la que todos los ciudadanos tenemos garantizados, en igualdad, nuestros derechos y libertades básicas.

Ahora es el momento de la Ley pero con proporcionalidad. El Estado debe arbitrar todos los mecanismos a su alcance para parar el proceso de construcción de la realidad paralela que los secesionistas plantean. Y se abrirá una nueva encrucijada. ¿Serán los secesionistas capaces de mantener el pulso? Los más decididos, los más radicales, aquellos de los que dependen el procés, lo querrán. ¿Lo hará Mas y los moderados que representa? Sólo el planteamiento de este pulso supondrá un daño para la estabilidad económica y política de España y, en particular, de Cataluña. Ahora, más que nunca, se necesita la serenidad y el acuerdo de todos aquellos que quieren resistirse a la deriva secesionista. Ahora comienza. El día 27 ha marcado el comienzo del procés hacia la República catalana bajo la égida de los anticapitalistas. La gran paradoja es que los nacionalistas se han querido liberar de España a costa de caer en manos de los antisistemas. La ceguera patriótica no puede ocultar lo que ese precio implica.

(Expansión, 28/09/2015)

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