Séneca, en una célebra frase recogida en su Libro de Oro, afirmaba lo siguiente:
“El hombre feliz no es el hombre que ríe, sino aquel cuya alma, llena de alegría y confianza, se sobrepone y es superior a los acontecimientos."Me parece interesante. Muy sugerente. Subyace una contraposición entre el ser exterior y el interior. Este último, el del alma. El exterior está al albur de las circunstancias. No es el mundo de la libertad. Es el mundo de las condiciones, de las restricciones, y de las prohibiciones derivadasa, en última instancia, de la sociabilidad. La libertad sólo puede estar en el interior. En el ser interior. En el alma. En ese ámbito es donde puede radicar la felicidad también verdadera, como la libertad. Se puede ser libre hacia afuera, pero no es la libertad de verdad, al igual que se puede ser feliz hacia afuera, pero tampoco es la de verdad. Es en el alma. También nos indica los rudimentos con los que se construye el alma feliz: la alegría y la confianza. Felicidad y alegría no son sinónimos. La felicidad es un estado. La alegría es un sentimiento. La felicidad, ese estado al que se refiere Séneca, incluye el sentimiento pero también otro que es el de la confianza. La autoconfianza. Se engloba en la filosofía general de Séneca. El "interiorismo" y su manifestación más sobresaliente: el estoicismo. No se trata de mirar hacia el interior. Es vivir en el interior. Ahí radica la verdad. La vida verdadera.
"El sabio nunca carecerá de alegría pues ella nacerá de sus propias virtudes".
"La naturaleza de las cosas ha dispuesto éstas de modo que, para vivir bien, no hace falta gran aparato: cada cual puede hacerse feliz a sí mismo. Poca importancia tiene lo que da la fortuna, y apenas puede hacernos vencer de un lado o del otro: ni lo favorable exalta al sabio ni lo adverso le deprime, pues el sabio se ha esforzado siempre en confiar principalmente en sí mismo, y es en sí mismo es donde busca toda alegría."Todo confluye, en esa visión interior, en la confianza. En la auto-confianza en las propias virtudes. En "confiar principalmente en sí mismo, y es en sí mismo es donde busca toda alegría". Se produce una extraña paradoja. Buscamos la felicidad allí donde no está ni puede estar. Buscamos la felicidad, incluso, donde está pero la buscamos equivocadamente. La felicidad es el estado en el que somos como somos confiados en nuestras virtudes. Felicidad es confianza. Sólo confianza. Una confianza virtuosa. Esta es otra paradoja. Confianza en las virtudes que existen, que deben existir. Confianza en las que no existen no es fuente de la felicidad verdadera. El buen salvaje no puede disfrutar del estado de felicidad porque le falta las virtudes para "ser" feliz. Esas virtudes nos aboca a su cultivo. Un cultivo que no puede venir de dentro sino de fuera. La cultura. Alimenta el alma para ser-estar feliz que es la confianza en las virtudes que nos adornan tras el paso por la cultura. El "interiorismo" no puede ser perfecto. La felicidad es confiar en nuestra alma, en el alma virtuosa, que es la alimentada por la cultura que procede del entorno. Ese alma ser/estado feliz. El alma de la confianza en la propia alma. Una espiral hacia la esencia más esencial pero que no puede renunciar al aporte exterior en forma de cultura pero también de otros inputs asociados a la sociabilidad. Una interacción que busca la felicidad en el alma/confiada pero que precisa del alimento de la virtud social para llegar a aquel desiderátum.
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