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Emmanuel Macron: un nuevo líder para Europa, por Patricia Jiménez de Parga


Lunes, todos los medios hablan de él por haber logrado, pese a la incredulidad de algunos y el desconocimiento de otros, posicionarse como vencedor en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia. Aunque, por una vez, los sondeos sí han acertado en sus previsiones, tras el fiasco del Brexit y de las elecciones estadounidenses.


¿Qué supone o puede suponer para la Unión Europea la victoria previsible de Macron? ¿Qué supondrá para España la presidencia de este “outsider”, este centrista, este liberal progresista? Tres vertientes pueden indicarnos muchas cosas: su personalidad; su ideología, y su puesta en acción, su política.

Emmanuel Macron nació en 1977 en Amiens, capital de la Picardie. Hijo de médicos, fue criado no sólo por ellos, sino también, por su abuela materna, Manette, por la que sintió siempre una especial devoción, pues le introdujo de forma muy particular en el mundo de los libros, complicidad que volvió a encontrar en la también maestra, Brigitte, el amor de su vida. Estudió Filosofía; hizo su Diploma de Estudios Avanzados sobre Hegel; luego Sciences Po e ingresó en la ENA de la que saldría como Inspector de Hacienda, haciendo un stage en Nigeria. Trabajó cuatro años en la Banca Rothschill, lo que le permitió, como se relata en el libro escrito por Anne Fulda Emmanuel Macron. Un jeune homme si parfait “tener libertad financiera”. Otros rasgos de su personalidad son su empatía, su perseverancia, incluso, contra las convenciones sociales, y su capacidad extraordinaria de anticipación.

Su ideología. Las coordenadas son las propias del liberalismo progresista. La libertad, patrimonio del individuo, inserto en el contexto de una sociedad cuyas desigualdades no pueden ser ni desconocidas, ni silenciadas. “Del Renacimiento al siglo de las Luces, pasando por la Revolución americana hasta la Declaración universal de los derechos del hombre y el anti totalitarismo, Francia ha contribuido a dar luz al mundo para liberarlo del yugo de la ignorancia, de las religiones que lo esclavizan, de la violencia que niega al individuo”, nos recuerda en Révolution. Y afirma: “ Si por Liberalismo entendemos la confianza en el Hombre, consiento a ser calificado como liberal”, pero “si las libertades del ciudadano no pueden ser sacrificadas por un imperativo de seguridad absoluto e inalcanzable, si los más pobres y los más débiles deben ser protegidos sin ser en modo alguno discriminados, entonces accedo a ser calificado de izquierdas” .Y, porque hoy día “las grandes cuestiones a las que debemos hacer frente son las nuevas desigualdades, nuestra relación con el mundo y con Europa, la protección de las libertades individuales y una sociedad abierta en un mundo de riesgos” y respecto de ellas, tanto la izquierda como la derecha están profundamente divididas e impedidas de actuar, ha nacido “En Marche”. Una alusión a la frase de Saint-Exupéry en Vol de Nuit: “En la vida, no existe una única solución. Existen fuerzas en marcha: hay que crearlas y las soluciones llegan”. Y una referencia a la escultura de Giacometti: “El hombre que camina”, cuyas siglas coinciden, como una mera casualidad, con las de Emmanuel Macron. ¿Un hombre elegido? ¿Una figura imposible en otro sistema que no sea el Presidencialista francés? Quizás, pero En Marche lleva más de un año trabajando, tiene 200.000 personas adheridas, han participado en la elaboración de su Programa más de 500 expertos, y hay alrededor de 3.000 talleres en los Comités locales. Y utiliza, cómo no, todas las herramientas de la Nueva Política como Facebook, Twitter, etc.

Esta ideología configura un programa de acción cuyo primer eje es la Educación. Todo pasa por ella. Desde los primeros años. Es la herramienta que permite crear oportunidades y reconciliar y proteger a aquellos que menos favorecidos parten en la vida. O la que da una nueva oportunidad a quienes se han “desenganchado del sistema”. La Educación y la Cultura son la condición de nuestra cohesión nacional, reza su Programa. El Segundo eje, su vocación europeísta, reforzada por la reciente experiencia del Brexit. Éste “no ha sido un acto egoísta”, sostiene Macron en Révolution. Ha sido la consecuencia de lo que sucede en cualquiera de nuestras sociedades estatales, en las que la fractura interna existe, entre los que se niegan a aceptar la apertura, la mundialización, y quienes ven en ésta no sólo algo imparable, sino una oportunidad.

Ya podemos afirmar que la segunda vuelta de estas presidenciales va a ser concebida como un plebiscito sobre si UE sí o no, dado que la inmensa mayoría de los candidatos ha utilizado a la Unión Europea como chivo expiatorio de todos los males que acechan a Francia. Macron, por el contrario, defiende “refundémosla”. Le corresponde a Francia “retomar la iniciativa y trabajar con Alemania, Italia (y más tarde vino a incluir a España) para enderezarla y fortalecerla”. Los verdaderos soberanistas son hoy los europeístas. Europa es “nuestra oportunidad para recobrar nuestra plena soberanía” porque es “el nivel adecuado de protección” frente a los nuevos riesgos que nos acechan a todos.

Europeísta, universalista pero, también, profundamente enamorado de Francia; de lo que significa en el mundo y en la propia Unión Europea. Quiere que no sea vasalla de nadie y pueda tener un papel importante, determinante, en las relaciones internacionales y en todas sus instituciones.

Mas, para lograr esos retos, debe reconciliar las dos Francias: es solo una, repitió la noche de la primera vuelta. El centrismo para coser las heridas. La alegoría “geográfica” (ni izquierda, ni derecha), para hacer emerger una nueva política que, en las coordenadas históricas de un mundo inmensamente grande y un individuo inmensamente pequeño, bebe de los principios de la vieja, que se asienta sobre algo tan “rupturista” como la libertad y lo que los revolucionarios franceses proclamaron en la Declaración de 1789.

Francia ha pasado otra página de la Historia y nos ha vuelto a mostrar la esperanza y la ilusión. Pero falta la segunda vuelta. Si los candidatos perdedores Fillon y Hamon mostraron en la noche del 23 de abril su altura de miras apostando por Macron, si el lunes Hollande ha dicho que también le apoya, la equidistancia de Mélenchon es reprobable.

El próximo siete de mayo no se juegan sólo los franceses su futuro; nos lo jugamos todos, porque la Unión Europea necesita a uno de sus creadores. Jean Monnet la ideó; hoy, Macron la puede refundar. Y España debe ejercer junto con Francia, Alemania e Italia el papel que le corresponde: una Europa realmente de los ciudadanos.


Patricia Jiménez de Parga Maseda
Doctora en Derecho. Master en Derecho Europeo por el Colegio de Europa de Brujas. Profesora de Derecho internacional público, Universidad Complutense de Madrid

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