Ir al contenido principal

Amenaza a la democracia

De G ambrus (talk) - Fotografía propia, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=11751031

Del pensamiento ilustrado (siglo XVIII) conservamos la idea del tiempo como progresión, además, lineal. Steven Pinker se ha erigido en los últimos tiempos en el adalid de la defensa de la Ilustración y el progreso frente a los que lo cuestionan, incluso, defienden el retroceso, caso, por ejemplo, del movimiento anti-vacunas. “El mundo se ha vuelto más democrático, aunque no en una oleada incesantemente democrática”. El que la tendencia sea al progreso no puede hacer silenciar que el camino está plagado de luchas. El sentido de la Historia, como afirmara Hegel, no es el del despliegue de un espíritu que somete, incluso, a los hombres, imponiéndose como algo inevitable. No estamos condenados a ser meros actores de una obra escrita por otros.

La Ilustración se asentó sobre un principio que se erigió en incuestionable, como afirmara la Declaración de independencia de Estados Unidos, la “evidencia” de unas “verdades”: “que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.” Que sean verdad, no quiere decir que esa “dotación” de libertad se despliegue de manera inevitable. La libertad es inalienable porque es consustancial a la humanidad misma. Esa era y es la verdad “evidente”. Mas que, el que los mismos que la proclamaban la negaban con la esclavitud es la demostración de que la “verdad” del progreso no lo hace forzoso; el camino es tortuoso, y cabe también el retroceso. Es la inevitabilidad de la voluntad; como el levitar sosteniéndonos por los pelos. Soy libre porque quiero serlo, porque debo serlo. Esta es la vertiente moral que los ilustrados introdujeron. La moral de lo inalienable; la de la humanidad; la de lo humano. La moral del deber ser libre; la de la lucha por la libertad y la democracia. Es evidente, pero hay que conquistarla cada día y hoy también. Es la lucha, por ejemplo, contra el nacionalismo. Una de las ideologías a las Pinker califica como contra ilustradas porque sostiene que “las personas son las células prescindibles de un superorganismo -un clan, una tribu, un grupo étnico, una religión, una raza, una clase, una nación- y que el bien supremo es la gloria de esta colectividad en lugar del bienestar de las personas que lo integran”.

La Unión Europea es el adalid de la democracia. Es la expresión más depurada de los principios y valores ilustrados que son, precisamente, aquellos que compartimos los europeos. En el Preámbulo del Tratado de la Unión Europea se afirma que sus reglas se “inspiran en la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa, a partir de la cual se han desarrollado los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona, así como la libertad, la democracia, la igualdad y el Estado de Derecho.”

En el artículo 2 se proclama que la Unión se fundamenta en “los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías.” Y se insiste en que “estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres.”

La Unión no se libra del combate por la libertad. Hoy lo ilustra la situación de Polonia. Por primera vez, no sólo se ha activado sino que se está aplicando el mecanismo del artículo 7 del Tratado de la Unión al constatarse un “riesgo claro de violación grave por parte de un Estado miembro de los valores contemplados en el artículo 2.” La Comisión ha recurrido ante el Tribunal de Justicia contra una legislación aprobada por el Parlamento polaco que suponía la jubilación forzosa de 27 magistrados del Tribunal supremo, de un total de 72, como consecuencia de haber adelantado la edad de jubilación a los 65 años.

Hace unos días hemos conocido el informe (“Conclusiones”) del Abogado General en el asunto Comisión Europea contra República de Polonia. Las Conclusiones no vinculan al Tribunal, pero al ajustarse a la defensa de la ley (una suerte de fiscalía) hace que tenga una enorme relevancia porque el Tribunal suele seguirlas.

La conclusión a la que llega es contundente: “el Tribunal de Justicia debe declarar que la República de Polonia ha violado los principios de inamovilidad y de independencia judicial y, por tanto, ha incumplido las obligaciones que le incumben en virtud del artículo 19 TUE, apartado 1, párrafo segundo, al reducir la edad de jubilación de los jueces del Tribunal Supremo nombrados al mismo antes del 3 de abril de 2018 y al atribuir al Presidente de la República la facultad discrecional de prorrogar el mandato de los jueces del Tribunal Supremo”.

El Estado nacional, en el marco de la Unión, no puede modificar la edad de jubilación de los magistrados del Tribunal Supremo si supone un atentado a la independencia judicial. Porque la independencia judicial es un valor y un principio que la Unión ha de proteger incluso frente a los Estados que la integran. Es la alegoría de los tiempos modernos: la democracia no se impone como la ley de la gravedad. Son imprescindibles mecanismos institucionales para su protección. Uno de ellos es la propia Unión Europea.

La democracia está protegida de los propios derroteros de la democracia. Cuando los pueblos, cegados por el populismo, deciden marchar por el camino de la negación de los valores y principios del Estado democrático de Derecho y a favor de la erección de una masa, una tribu, una nación, en la que el yo, víctima de la ansiedad, se rinde ante el super-organismo que todo lo puede. La Unión es el espejo ante el que no podemos dejar de mirarnos. La libertad será evidente, pero sólo con aviones podemos volar; luego sólo con instituciones la libertad puede ser protegida.

(Expansión, 23/04/19)

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Avaricia o codicia?

En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e

Puigdemont, inelegible

El Estado democrático de Derecho se asienta sobre un pilar esencial: el Derecho al que el Estado está sometido es el de los representantes del pueblo, expresado a través, fundamentalmente, de la Ley. ¿Qué requisitos deben reunir tales representantes? La Legislación los enumera como requisitos del sufragio activo y pasivo. La Constitución y, en su desarrollo, la legislación electoral, los especifica. La Ley orgánica de régimen electoral general (LOREG), detalla, en el artículo 3, quién no tiene derecho a votar (sufragio activo). A su vez, en el artículo 6, concreta quiénes no son elegibles (sufragio pasivo). En este artículo se enuncian, por un lado, los que no son elegibles por concurrir la razón de desempañar cargos en el Estado que devienen objetivamente incompatibles con la participación en la contienda electoral. Y, por otro, los que no pueden, por haber sido condenados por sentencia que imponga la pena privativa de libertad. En relación con ciertos delitos, incluso, no es ne

Yo estuve allí

Cientos de miles de personas nos manifestamos por las calles de Barcelona. La primera gran manifestación del constitucionalismo contra el secesionismo. Dimensiones históricas. Y simbolismo, igualmente, histórico. Se han soltado lágrimas de emoción; las de la felicidad. Toma cuerpo la otra Cataluña, la que resiste frente a la secesión, y, sobre todo, frente a su motor principal: el autoritarismo. Cataluña está dividida. El secesionismo la ha partido en dos. La otra mitad ha querido demonstrar su hartazgo; su rechazo. Su determinación a enfrentarse al golpismo. No se quedará cruzada de brazos. Una fiesta cívica. Una celebración de la españolidad y de la catalanidad. Se ha roto el tabú y el silencio. Asistimos a la reivindicación de la españolidad incluyente (“somos catalanes, somos españoles”) y democrática (“somos españoles, no fachas”, se gritaba). Es la que se enfrenta al secesionismo. No es una cuestión de historia, de patria, de ideología, … es una cuestión de libertad. Hay u