Hoy la prensa es unánime: vivimos la peor crisis económica después de la crisis de 1929. A continuación se ha iniciado la búsqueda de culpables. Unos y otros apuntan en la misma dirección: la regulación. El editorial del diario El país y un artículo del economista Fernando Fernández en el diario Abc publicados en el día de hoy van en esta dirección aunque con matices. En primer lugar, cuando algo va mal es porque algo ha fallado y si estamos hablando de algo con una enorme transcedencia pública es porque el Estado ha fallado. En segundo lugar, en este caso, el problema es la crisis que afecta a los mercados y a muy importantes instituciones. En este caso, son estos los causantes del problema, no el Estado o la regulación. En tercer lugar, se podría afirmar que su responsabilidad es por la denominada culpa in vigilando, esto es, no ha vigilado adecuadamente a los mercados y a sus principales actores. Estoy de acuerdo. Podía haberse vigilado más y mejor. Al igual que sucede con los accidentes, y estamos ante un accidente, la seguridad podría haberse mejorado. Ahora bien, esta mejora no tiene límite. Siempre habrá un nivel superior de seguridad porque siempre habrá la posibilidad del accidente. En cuarto y último lugar, la mejora de la seguridad debe tener un límite en la proporcionalidad, en lo razonable. No es razonable aspirar a la seguridad total (no sufrir accientes) porque sería impondría unos costes desproporcionados. Por lo tanto, la pregunta esencial para determinar la responsabilidad del Estado es la siguiente ¿la supervisión de los mercados era la razonable-proporcionada a los riesgos apreciados? ...
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
Comentarios
Publicar un comentario