En un mundo tan tecnificado, opaco, incomprensible, ... de la ingeniería financiera se abre paso el hombre. A vuelo el hombre, el ser humano. Ha fallado el sistema, ha fallado la economía de mercado, pero, sobre todo, ha fallado el ser humano guiado, supuestamente, por los intereses racionales. Se habla de la avaricia como la causa última. Se habla del miedo, de la falta de confianza, ... se habla de la irracionalidad, en suma. La irracionalidad de considerar que un bien, en este caso las viviendas, no perdía valor y que se revalorizaría de manera eterna. Todos hemos creído en este mito, tanto los banqueros como los propietarios de viviendas. ¿Quién puede decir lo contrario? Ahora viene la época de las culpas: en nuestra cultura, la culpa es del dinero, de los banqueros, de los avariciosos, ... del mercado. Como se decía en aquel anuncio de perfume: ¡vuelve el hombre!
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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