Alrededor de la reforma constitucional se está exponiendo ciertos tópicos que merecen ser puestos de manifiesto. El primero, es que la organización territorial del Estado, el denominado Estado de las Autonomías, no está acabado, es imperfecto, … no es un Estado realmente federal. Se denuncia, incluso, las reticencias, los miedos, los recelos, … de todos aquellos que no quieren asumir las diversidades lingüísticas, territoriales, … nacionales. Se propone el reconocimiento del Estado plurinacional para incluso integrar a los nacionalistas periféricos. Se afirma la necesidad de superar las “viejas inercias centralistas”. Los equidistantes entre el nacionalismo español y el nacionalismo periférico ocultan el resultado de las reformas estatutarias. A la vista de estas reformas, ¿cuál es el nacionalismo que está marcando la agenda de la reforma constitucional? La simplificación de considerar que el nacionalismo español está representado por una determinada opción política. La incapacidad de ver y de considerar que España, como Estado, el Estado del artículo 1 de la Constitución, es una organización política que se funda en principios y derechos tan esenciales como el de la igualdad de todos los españoles. También reivindicar esta igualdad es nacionalismo español porque, sobra decirlo, se reivindica de los españoles. Este es el problema. Los equidistantes tapan las vergüenzas de su nacionalismo tras el falso ropaje del centro, lo que les permite tapar las vergüenzas de la discriminación.
El debate en España sobre la organización territorial está salpicado de tensiones porque una parte de los que lo alientan ponen en cuestión aquello que no se pone en cuestión en los Estados federales de mayor tradición como el norteamericano: la nación, la nación española, el pueblo español como fuente de todos los poderes del Estado. Este cuestionamiento de la base crea incertidumbre sobre el edificio resultante. Todos estamos dispuestos a discutir cómo ha de ser el edificio pero no todos estamos dispuestos a debatir sobre la base sobre la que se asienta. Si se cuestiona esta base, el edificio se desmorona y esto es lo que pretenden los nacionalistas periféricos. Aquí radica la principal diferencia en cuanto al debate sobre esta cuestión. Los nacionalistas convierten el debate sobre las reformas que hay que hacer a la casa en una propuesta de derribo del Estado porque atacan su base a partir de la que tiene sentido y sin la que el Estado, la democracia carecería de sentido.
El otro tópico es el de la reforma del Senado. Dentro de la reforma del edificio, algunos con mucha buena fe y aún más entusiasmo, han propuesto convertir el Senado en Cámara de representación territorial. Mientras que el Congreso lo sería de representación de los ciudadanos. Es, cómo no, el modelo norteamericano. Según esta idea, aquella Cámara representaría a los territorios. Es otro tópico más. ¿Alguien puede creer, sinceramente, que en una democracia como la española donde los partidos políticos son tan fuertes, en aquella Cámara la voz territorial no va a estar distorsionada por los partidos políticos? La vida política actual nos ofrece mil y un ejemplo, los más recientes, las propuestas de Magistrados por parte del Partido Popular en las Asambleas legislativas de las Comunidades Autónomas y la política seguida por el PSC en Cataluña y en Madrid.
La Cámara de representación territorial tiene sentido, no lo dudo, pero se convierte en tópico cuando le reconocemos unas características, unas cualidades, unos beneficios, … que se alejan de la realidad. La variable territorial no cede ante la variable política nacional, lo que me parece, por lo demás, excelente.
En cambio, me parece más sensato dejar las cosas como están. Si los nacionalistas creen, con una doctrina equivocada del Tribunal Constitucional, que la organización territorial es una cuestión siempre abierta, desconstitucionalizada, debe serlo en las dos direcciones tanto descentralizadora como centralizadora. Por ahora está inédita esta última aunque con una vertiente que me parece esencial: la re-estatalización para garantizar la igualdad de todos los españoles.
No me parece que debamos seguir gobernados por aspiraciones tópicas que sólo sirven para ocultar la realidad.
El debate en España sobre la organización territorial está salpicado de tensiones porque una parte de los que lo alientan ponen en cuestión aquello que no se pone en cuestión en los Estados federales de mayor tradición como el norteamericano: la nación, la nación española, el pueblo español como fuente de todos los poderes del Estado. Este cuestionamiento de la base crea incertidumbre sobre el edificio resultante. Todos estamos dispuestos a discutir cómo ha de ser el edificio pero no todos estamos dispuestos a debatir sobre la base sobre la que se asienta. Si se cuestiona esta base, el edificio se desmorona y esto es lo que pretenden los nacionalistas periféricos. Aquí radica la principal diferencia en cuanto al debate sobre esta cuestión. Los nacionalistas convierten el debate sobre las reformas que hay que hacer a la casa en una propuesta de derribo del Estado porque atacan su base a partir de la que tiene sentido y sin la que el Estado, la democracia carecería de sentido.
El otro tópico es el de la reforma del Senado. Dentro de la reforma del edificio, algunos con mucha buena fe y aún más entusiasmo, han propuesto convertir el Senado en Cámara de representación territorial. Mientras que el Congreso lo sería de representación de los ciudadanos. Es, cómo no, el modelo norteamericano. Según esta idea, aquella Cámara representaría a los territorios. Es otro tópico más. ¿Alguien puede creer, sinceramente, que en una democracia como la española donde los partidos políticos son tan fuertes, en aquella Cámara la voz territorial no va a estar distorsionada por los partidos políticos? La vida política actual nos ofrece mil y un ejemplo, los más recientes, las propuestas de Magistrados por parte del Partido Popular en las Asambleas legislativas de las Comunidades Autónomas y la política seguida por el PSC en Cataluña y en Madrid.
La Cámara de representación territorial tiene sentido, no lo dudo, pero se convierte en tópico cuando le reconocemos unas características, unas cualidades, unos beneficios, … que se alejan de la realidad. La variable territorial no cede ante la variable política nacional, lo que me parece, por lo demás, excelente.
En cambio, me parece más sensato dejar las cosas como están. Si los nacionalistas creen, con una doctrina equivocada del Tribunal Constitucional, que la organización territorial es una cuestión siempre abierta, desconstitucionalizada, debe serlo en las dos direcciones tanto descentralizadora como centralizadora. Por ahora está inédita esta última aunque con una vertiente que me parece esencial: la re-estatalización para garantizar la igualdad de todos los españoles.
No me parece que debamos seguir gobernados por aspiraciones tópicas que sólo sirven para ocultar la realidad.
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