El pasado 1 de diciembre, el periódico El Mundo publicaba una interesante entrevista al Presidente de Sacyr y vicepresidente de Repsol, dos de las empresas más importantes de España (y del mundo) en sus respectivos sectores (construcción y petróleo). El periodista, al final de la entrevista, la hace una pregunta importante con una respuesta igualmente importante. La pregunta era "¿Cómo son sus relaciones con el Gobierno?". La respuesta es la siguiente: "Siempre son buenas, como lo son con el de Madrid, Andalucía, ... Yo no soy un político. Las relaciones de los presidentes de todas las compañías del Ibex deben ser buenas con el Gobienro y ¡ay de aquel que no la tenga!." Espectacular. ¡Cuánta sinceridad! Es de agradecer que se hable así de claro. No queda nada bien nuestra democracia y Estado de Derecho. No queda nada bien nuestro sistema de economía de mercado y sus reglas centenarias (seguridad jurídica, libertad, igualdad ante en Derecho). No queda nada bien pero es de agradecer que alguien se atreva a decir las cosas con claridad. Muchas gracias.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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