"En una nota emitida ayer por el arzobispado de Barcelona, el cardenal arzobispo Lluís Martínez Sistach deja constancia de "la preocupación e inquietud del pueblo catalán sobre el Estatut, que es la norma fundamental de la configuración de muchos aspectos capitales de nuestra convivencia social", ante la esperada sentencia del Tribunal Constitucional." ¿Qué pensar? Otra institución que habla en nombre del pueblo. El lenguaje político que recurre al pueblo como sujeto político está muy extendido. Creo que con poco conocimiento -así prefiero pensarlo- de las consecuencias. En el caso de la Iglesia, su discurso debería estar más centrado en el individuo y sus libertades, en particular, la religiosa. Cuando se acude al "pueblo" se corre el riesgo de que se adopten decisiones que minusvalora al individuo y su libertad-responsabilidad, como estamos asistiendo en los últimos tiempos. Creo que hay una contradicción flagrante.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
Comentarios
Publicar un comentario