En el día de hoy, el presidente del Banco Santander, E. Botín, publica un interesante artículo en Expansión. En el se vierte unas consideraciones que me parecen interesante en cuanto a la relación entre el mercado y el Derecho o mejor, entre el mercado y el Estado. Ciertamente, el sistema financiero es un mercado peculiar. Un mercado con un fallo estructural esencial como es el de la información asimétrica, como se ha puesto de relieve en la presente crisis. A este fallo está ineludiblemente unido el papel del Estado. Sobre esta cuestión, Botín afirma lo siguiente:
"En lo relativo a la supervisión, se han hecho progresos acordando medios para adoptar las mejores prácticas, conseguir una mejor coordinación, ampliar el alcance de la supervisión y concentrarse con más firmeza en la solvencia. Creo que este es el punto partida para conseguir un sistema financiero más sólido. Un buen supervisor puede cubrir los vacíos en la regulación, pero ninguna regulación puede compensar una pobre supervisión. En el frente regulatorio, la forma que Basilea III está adoptando es positiva." Y más adelante añade: "El comité de Basilea nos ha proporcionado el marco general para la reforma financiera, que recibirá la aprobación definitiva en la próxima cumbre del G-20 en Seúl en noviembre. Pero todavía faltan muchos detalles. Y como todos sabemos, el diablo se oculta en los detalles. Hay seis aspectos que creo que son de especial importancia. Primero, en la supervisión, las palabras deben convertirse en hechos. Los gobiernos tienen que proporcionar los recursos y la autoridad que permita a los supervisores hacer su trabajo. Muchos de ellos deben dictar las leyes que amplíen el alcance de la supervisión."El interés de sus palabras no radica fundamentalmente en lo que dice sino en la autoridad de quien lo dice. Es interesante la "normalidad" e, incluso, la necesidad con la que uno de los principales actores del sistema financiero considera la intervención pública. Es igualmente interesante la distinción entre regulación y supervisión, entre reglamentación y control del cumplimiento de las reglas. Por último, la conveniencia de "ampliar el alcance de la supervisión". El sistema financiero es, así pues, a la vista de las palabras de uno de sus grandes actores, el único "mercado" en el que se reclama más intervención pública, más regulación, más supervisión. Ciertamente, es una intervención condicionada por unas características que el autor no se entretiene en detallar porque forma parte de lo óbvio. Este silencio es igualmente ilustrativo. Es la intervención en manos de técnicos independientes. Más regulación, pero más técnica y neutral. Esta vendría a ser la conclusión.
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