Nunca había tenido la oportunidad de leer una noticia donde se recogiera con tanta crudeza cómo se valora el mérito y la capacidad en la política. Una diputada regional que es Premio Nacional de Licenciatura y Doctora en Derecho (administrativo, por cierto), recibe el "pago" de la exclusión de las listas electorales. No sólo se pone de relieve el cómo se valora la inteligencia sino también es la muestra más elocuente de los efectos perversos que produce el sistema electoral. Un sistema con listas cerradas y bloqueadas ofrecen a las direcciones de los partidos un poder tan extraordinario como arbitrario. La noticia que comento es la prueba más elocuente. No es importante cuánto sepas, cómo lo hagas y cuánto trabajo has desarrollado en tu labor política. En cambio, si lo es tu fidelidad a la dirección del partido. La partitocracia está envenenando nuestra democracia.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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