El sentido común no es, como tantas veces se ha dicho, el más común de los sentidos en el ámbito de la política (Patinazo de Wert: Rajoy, Soraya y Montoro le obligan a rectificar con los Erasmus) y de la regulación (El Gobierno anuncia cambios en la ley de incompatibilidades por el caso Roldán). No logro entender por qué existe esa distancia tan considerable entre lo que la inmensa mayoría consideramos como lo razonable y lo que los políticos/reguladores deciden. Estoy convencido que si preguntasen a los ciudadanos sobre estos dos temas, la inmensa mayoría coincidiríamos en que (i) no es razonable suprimir una beca a mitad del curso; como tampoco lo es (ii) que el regulador-supervisor-controlador se pase, a los pocos meses, al bando de los controlados. No es razonable. No se trata de una cuestión técnica. No lo es. Seguro que existen razones para que se supriman las becas, pero la elección del momento ha sido estrepitosamente equivocado. Seguro que existen razones que apoyan la elección del nuevo presidente de la AEB en la persona del elegido, pero la elección del momento ha sido tan radicalmente equivocada que resulta sorprendente que cause sorpresa a los que así lo han decidido. El tiempo, el momento, es clave. Todo tiene su momento y llegado ese momento lo que antes podía entenderse equivocado puede haberse convertido en lo correcto según el criterio de la mayoría. Sin embargo, en las dos decisiones comentadas el tiempo es el soporte principal de la sinrazón. Tiempo y calle. Mucha calle. Tomar el pulso de lo que la gente quiere. Menos coche oficial y más metro. Seguro que algunas decisiones o no se tomaban o se tomaban en el momento adecuado. Tiempo y calle.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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