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Nueva transición


Los resultados calientes e incompletos sólo pueden alimentar impresiones. Probablemente se confirmarán o no a lo largo de la noche. La primera impresión, que el bipartidismo aguanta. En términos estatales, el PP y el PSOE retienen más del 50 por 100 del voto. Ciertamente, supone un retroceso, pero no es el fin. El sistema electoral ayuda a que este proceso de liquidación sea más lento. Pero los dos partidos emergentes todavía están muy lejos de los porcentajes de votos de los dos mayoritarios que siguen siéndolo.

La segunda impresión es el castigo que ha sufrido el PP. Tanto en general como en ciertas capitales. Creo que la atmósfera de la corrupción le ha terminando pasando factura. El castigo no ha sido igual para todos los partidos. Ha sido mayor al PP. El precio que ha pagado el PSOE, como se puede observar en Andalucía, ha sido menor. Al final, la corrupción no es tan relevante. Hay otros factores que cuentan más que la corrupción para explicar el resultado.

La tercera impresión se refiere a la lógica izquierdas – derechas. También parecía en declive. No es cierto. Se mantiene, incluso, con mayor fortaleza. El crecimiento de las izquierdas ha sido relevante. Sobre todo, por la presencia de fuerzas políticas más “auténticas”, como Podemos y sus variantes. Tanto peso que incluso condiciona las políticas de pactos del partido mayoritario, el PSOE. Está en disposición de intercambiar puestos de poder, caso de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid. Se podría decir que se ha profundizado el viraje hacia la izquierda. Hacia una izquierda más alternativa.

La cuarta impresión es el peso de Podemos y sus variantes. Los porcentajes de votos en Madrid y en Barcelona son una demostración de fuerza que no se puede ocultar. Que en las dos principales ciudades de España, sean dos fuerzas ganadoras, debe hacer reflexionar. La movilización del electorado más de izquierda ha tenido este resultado. Se podría repetir en las elecciones generales. Más intranquilidad se podrá respirar a partir de estos resultados.

La quinta se refiere a los ganadores. Todos han ganado. El PP ha ganado en votos y en concejales. El PSOE podrá alegar la tendencia hacia la izquierda. Sin embargo, al final, lo único relevante será qué cargos se alcanzarán. Qué Alcaldías y qué Gobiernos autonómicos se consiguen. Aquí entra la aritmética de los pactos. Es posible cualquier escenario. Cualquiera. No se puede descartar que gobiernen las izquierdas en Ayuntamientos y Comunidades aún cuando no fueron las fuerzas ganadoras. Es la consecuencia normal de la democracia parlamentaria que nos caracteriza. Nada hay que objetar, en términos democráticos, a esta posibilidad.

La sexta es la relativa al nuevo marco de la acción de Gobierno. Hemos pasado de mayorías a minorías que deben articular acuerdos con otras para alcanzar el disfrute del poder. Como digo, todas las opciones son posibles. No es descartable que más que constitución de opciones de gobierno se produzcan gobiernos en minoría con apoyos puntuales. Es la opción que manejaba Ciudadanos. Es posible que quede inédita porque no parece tener el peso suficiente en Ayuntamientos y en Parlamentos para condicionar, desde fuera del Gobierno, la acción de los partidos gobernantes.

La séptima se refiere a las proyecciones de futuro. Un resultado como el presente no permite vislumbrar qué es lo que sucederá en noviembre. Ahora bien, no se puede negar la fuerza simbólica que tendría la reproducción de frentes de izquierdas en Comunidades y en Ayuntamientos. El peso histórico y político que tiene esta imagen en el electorado puede provocar un terremoto en las Generales de consecuencias imprevisibles. Es posible que se aliente el voto útil con el que alejarlo del Gobierno de la Nación.

La octava surge a la vista de los resultados en Cataluña. El procès queda tocado. Y precisamente en la capital del futuro Estat. Se confirma que Cataluña no es independentista. Los nacionalistas harán todos los cálculos para vanagloriarse de que sí, que continúa vivo. Pero no. El suflé independentista continúa desinflándose.

En definitiva, tanto hablar de lo nuevo, de nuevos actores (jóvenes), nuevos valores, nuevas exigencias (autenticidad, moralidad pública, corrupción, ...), nuevos partidos, nuevas formas de hacer política (internet, redes sociales, ...), nueva cultura política (pactismo), ... Y el resultado ha sido más de lo antiguo. Incluso, algo muy pero que muy antiguo como los frentes de izquierda. Algo falla. O lo nuevo no es tan nuevo, o lo antiguo no es tan antiguo, o que ni lo nuevo tiene tanta significación como se afirmaba, ni lo antiguo estaba tan liquidado como se decía. A mi juicio, entramos en una situación de transición. Que ha surgido lo nuevo, lo muestran los resultados. Pero también muestran que lo antiguo se quiere mantener y lo consigue, porque tiene una fortaleza que ha disminuido, pero que no ha sido completamente liquidada.

(Expansión, 25/05/2015)

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