a. el espíritu constructivo, proactivo en el contexto de la consideración de la política de lucha contra la corrupción como una política de Estado en la que es posible, necesario e imprescindible el acuerdo entre todos;
b. la consideración de la corrupción como una amenaza al Estado democrático de Derecho por la desafección ciudadana que alienta con importantes consecuencias políticas; y
c. la no utilización de la corrupción como arma arrojadiza con la que proyectar sombras sobre el Estado español, sobre España.
La primera coordenada nos empuja al acuerdo, al consenso. Es posible. Primero, porque el diagnóstico que hacemos es coincidente y, segundo, porque también lo son las medidas que se proponen. Una afirmación de entrada: una lectura de programas, de estudios, de informes, de artículos, de libros y demás conduce a una coincidencia sobresaliente: con los matices que se quiera, con las singularidades que se pretendan, … al final, en lo substancial, en lo realmente importante, todos estamos de acuerdo.
La segunda coordenada es la que más relevancia está alcanzando en los últimos tiempos. Los ciudadanos, como he comentado, están terriblemente enfadados con la corrupción. Según su apreciación, como se pone de relieve en los estudios comparados, España es de los países más corruptos. Estas encuestas han conducido a España al furgón de cola. Esta apreciación se ha extendido como una poderosa sombra sobre el Estado. Ha alumbrado lo que se ha denominado como desafección ciudadana. Es el caldo de cultivo del populismo. La crisis y las tragedias personales que ha provocado (paro y pérdida de rentas) han reduplicado el efecto dañino de la corrupción puesto que el político corrupto se convierte en casta y la casta en sistema de casta, y el sistema de casta en el Estado democrático de Derecho. La corrupción se ha convertido, en el contexto en el que la denuncia se produce, en un potente catalizador antisistema.
Y la tercera coordenada. La corrupción o, mejor, la apreciación y la valoración política de la corrupción, se ha convertido también en un potente catalizador de la anti-España. Es un tema delicado porque es víctima propiciatoria de la manipulación. Tenemos que hablar claro. La corrupción ha sido utilizada por aquellos que quieren alimentar la desafección ya no sólo al Estado democrático de Derecho sino al Estado español que es, precisamente, el Estado constituido por la Constitución española. No es una exageración si digo que la corrupción no sólo se está utilizando para deslegitimar al Estado democrático de Derecho sino también a España. La operación política que estamos viviendo de deslegitimación del Estado democrático de Derecho, lo es también contra el Estado constituido por España fruto de la Constitución. Debemos ser precisos cuando hablamos de corrupción para no alimentar la desafección al Estado democrático de Derecho, al Estado español, a España.
Las coordenadas expuestas son las que enmarcan y dan sentido a las propuestas que hemos formulado para hacer frente a la corrupción.
Comentarios
Publicar un comentario