![]() |
Fuente: Wikipedia |
“En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”. Ramón de Campoamor y Campoosorio (1817-1901) nos ha legado este famoso poema.
Tradicionalmente ha sido interpretado como la expresión del subjetivismo, incluso, de la arbitrariedad. Cuando se produce en el ámbito de la Administración, algunos la llaman como la “Ley Campoamor”.
Hoy, en cambio, hablaríamos de lo que los sociólogos, entre otros, denominan el “marco de referencia”, el “frame”.
El color de nuestros anteojos condiciona lo que vemos; el marco cumple la misma función. Es la metáfora que sirve para expresar lo que Lakoff designa como el “inconsciente cognitivo”.
Asumir y participar de ese “inconsciente” determina el cómo se analizan y valoran los acontecimientos; también los políticos. El marco delimita y condiciona qué es lo que vemos, cómo lo vemos y, sobre todo, la respuesta que nos merece.
Es, en definitiva, el “color del cristal” de Campoamor el que difumina o hace desaparecer la diferencia entre la verdad y la mentira; todo puede ser, al mismo tiempo, verdad y mentira porque el desacuerdo no está en el “mundo”, sino en el observador que, a su vez, es esclavo del marco que deslinda su observación.
La entrevista entre Sánchez y Torra está siendo valorada utilizando el “color del cristal” del nacionalismo.
El marco de referencia del secesionismo tiene dos elementos centrales: “un sol poble” y la autodeterminación. Torra lo expresó con claridad, otra vez más, en la comparecencia en el Parlament el pasado día 5 de julio. Afirmó que la autodeterminación es la única cuestión de interés, hoy, para el poble de Cataluña. No hay nada más.
Sánchez ha aceptado este marco, no tanto porque haya admitido, incluso, hablar de la autodeterminación, sino por cuanto ha accedido a seguir alimentando el “procés”, como sostienen los “moderados” secesionistas, con el enriquecimiento competencial de la Generalitat. Es, también, otra manera de “fer republica”.
El secesionismo, a diferencia del constitucionalismo, siempre ha tenido sentido del tiempo, de la Historia. No se ha alcanzado la república, pero sólo por ahora. “Dos pasos adelante, uno hacia atrás”. Ahora toca retroceder, pero sólo para ganar impulso. Las nuevas cesiones son el nuevo impulso.
A Sánchez sólo le importa, en el fondo, apagar el fuego de hoy; el del presente. No le preocupa nada o poco el que se siga acumulando gasolina para que el incendio en unos meses o años sea aún más pavoroso. Su objetivo se reduce a “llegar vivo” a las elecciones y seguir gobernando; ganarlas o perderlas es, incluso, secundario. Lo único importante es que el bloque alternativo sea tan odioso que galvanice otro que le sirva de sostén.
Hay una comunidad de intereses entre Sánchez y el secesionismo “moderado”. Cuanto más odioso sea el bloque alternativo (el constitucionalista), más se sostendrá el de Sánchez en Madrid y, por otro, se hará realidad el “tripartido progresista” en Cataluña deseado por el PSC y ERC, o al menos, por sus dirigentes. Uno para volver al poder y el otro, para ganar el tiempo que permita acumular la gasolina que haga, en el futuro, inevitable la secesión.
Hoy se hace república consolidando las estructuras de Estado que no estaban preparadas el 1 y el 27 de octubre. Las nuevas concesiones de Sánchez las harán posible. Es el precio por “reducir” la conflictividad. No deja de ser paradójico el que contentar al adversario pasa por darle aquello que, más pronto que tarde, se utilizará para dañarte. Y todo para que no sigan dando un golpe de Estado. Es el reconocimiento de que el marco de referencia es el suyo; y de que la legitimidad está de su parte, así como el derecho a seguir recibiendo concesiones, sin dar nada a cambio.
El marco de referencia del constitucionalismo es otro. No hay un único pueblo y no se reconocen, en Cataluña, las garantías propias y mínimas del Estado democrático de Derecho. El problema central hoy en Cataluña no es el de mayores competencias, cuanto de democracia. Es la contradicción principal entre los que quieren más autodeterminación y los que quieren más libertades.
El secesionismo opera y actúa como si el pueblo de Cataluña sólo pudiese ser secesionista. Y lo pretenden conseguir por la vía civil (escuela y medios de comunicación) o por la militar (el secesionismo repite hasta la saciedad que la vía unilateral conducirá a un derramamiento de sangre; es el coste de la libertad, nos dicen).
El constitucionalismo tiene como reto, ahora también, incluso, frente al Gobierno de España, explicar que la solución no pasa por alimentar al monstruo, sino por garantizar las libertades individuales. Esto significa, esencialmente, reconocer la diversidad. No hay un “sol poble”; hay ciudadanos que participan de distintas ideologías y políticas sobre cómo “imaginar” Cataluña y el remedio a sus problemas. Sin el reconocimiento de la pluralidad, no hay solución posible. Es la piedra esencial sobre la que se asienta el atropello a los derechos individuales. Sobre esta injusticia no se puede construir nada.
Sánchez y Torra no han llegado en su entrevista a acuerdos, pero participan del más importante: el color del cristal; el marco de referencia; el que relativiza las diferencias entre la verdad y la mentira; el que proclama que hay un único pueblo en Cataluña que tiene como único desiderátum más autogobierno e, incluso, como objetivo final, la autodeterminación.
Para unos, Torra, ese único pueblo sólo quiere más poder, más gasolina con la que alimentar el pavoroso fuego que se producirá, seguro, en el futuro, más pronto que tarde. Se podrá retroceder, pero sólo para ganar impulso. Que el incendio sea dentro de unos años, es irrelevante para Sánchez. El tactismo es lo único esencial.
Para otros, para el constitucionalismo, romper el marco de referencia es esencial. Se debe trabajar para explicar que cualquier solución pasa por algo tan básico en nuestras sociedades abiertas como es el reconocimiento de la pluralidad, de la diversidad: hay muchas Cataluñas, no sólo la de Torra y sus extravagancias racistas y supremacistas; hay otra, solidaria, democrática y, sobre todo, constitucionalista.
Sánchez ha caído capturado, como viene siendo tradicional, por las tesis del PSC y su empeño en repetir el tripartito, aun cuando el precio a pagar sea, en el medio y largo plazo, el entronque de Cataluña con el resto de España. Para Sánchez, puro esoterismo. Y el Rey, un obstáculo.
(Expansión, 10/07/2018)
Comentarios
Publicar un comentario