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De Sevilla a Estocolmo


Tantos, tanto y durante tanto tiempo, pero, sobre todo, tan fácil. Lo más relevante no son los 19 condenados, lo más ilustre y granado del socialismo español, ni los 680 millones defraudados y los más de diez años de operativa; lo es la facilidad con la que se pudo cometer un fraude tan grosero; un sistema corrupto que incurría en irregularidades escandalosas. No podemos decir que estuviésemos ante una operativa exquisita, compleja y de refinada argucia jurídica.

Hasta el año 2000 las ayudas socio laborales y a empresas se tramitaban como subvenciones. Debían cumplir los requisitos de publicidad, libre concurrencia, objetividad, legalidad, y fiscalización previa por la intervención. Para sortear estos obstáculos se acudió a la fórmula de la “transferencia de financiación” desde la Consejería de Empleo a una Agencia pública (IFA-IDEA) para que ésta pudiera abonar las que aquella Consejería decidía, pero sin someterse ni a publicidad, ni a concurrencia, ni a competencia, ni a reglas preestablecidas, ni a fiscalización, a nada de nada.

Fue la arbitrariedad más descarnada; las ilegalidades más groseras, ni solicitudes había. Se daba el dinero, sin que constase ya no expediente, ni siquiera petición. Más que un sistema corrupto, estamos ante el sistema más grosero de regalo de dinero público sin control alguno. En algún momento se fastidió el invento. Y el castillo de naipes se derrumbó. Con el resultado que conocemos.

La Junta de Andalucía, bajo el gobierno socialista, se convirtió en un enorme dispensador de dinero público. Sin pudor. Es conocida la anécdota apócrifa en la que el Director General de Trabajo de aquellas fechas, Guerrero, uno de los “pagadores” y hoy condenado, fue inquirido por uno de los posibles beneficiarios sobre el fondo que iba a pagarle, si los europeos FEDER, FSE, de Cohesión, … Su respuesta es la que da sentido a todo el sistema: “POR-MIS”. La masculinidad de Guerreo fuente legitimadora del latrocinio. No se necesita nada más. Así se quiere; porque es el poder, el arbitrio, la discrecionalidad. Es como repartir caramelos en la cabalgata de Reyes. No es necesario explicar el porqué se beneficia a unos y no a otros.

El sistema perfecto, la mezcla de la arrogancia del poder, atributos masculinos incluidos, con el dinero que no es de nadie, sazonado con el chantaje de la pobreza de cientos de miles de andaluces. El poder secuestra a los ciudadanos y pide un rescate. El dinero público recibido se administra para el disfrute de los secuestradores. Los ciudadanos víctimas de este sistema, son, al mismo tiempo, beneficiarios de unas migajas.

Los controles funcionaron, pero de manera muy deficiente creando el halo de la impunidad; la invisibilidad frente a la ley y los tribunales, eso creían. Es más, paradójicamente, el deficiente funcionamiento, sin consecuencia alguna, alimentó el engaño. El Interventor General de la Junta sí advirtió en los informes de auditoría de forma clara y repetida que la concesión de subvenciones se estaba otorgando con infracciones de legalidad. Pero no hizo nada más.

Tanto tiempo, tanto dinero, tan fácil y con unos resultados tan demoledores: el descrédito de las instituciones y el convencimiento de que es más fácil medrar en la política o de la política que trabajar, esforzarse y arriesgar. El rehén termina disfrutando del secuestro.

Tantos, tanto y durante tanto para crear no un sistema corrupto, sino un inmenso síndrome de Estocolmo para atrapar a una sociedad “agradecida” al servicio de los designios políticos de los detentadores del poder bajo la bandera del socialismo. En el fondo, la coherencia penal, se ajusta a la histórica e, incluso, a la ideológica. No nos podemos sorprender.

(El Mundo, 20/11/2019)

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