Una noticia curiosa la publicada en el periódico La Vanguardia: El Ayuntamiento de Moià (provincia de Barcelona) se ha declarado en quiebra. Podemos leer que no puede pagar las nóminas de los trabajadores este mes de agosto y la situación puede ir a peor; anuncia que necesita un plan de rescate para superar la situación de deuda en la que se encuentra. La deuda del consistorio llega al 400% cuando el máximo para poder endeudarse es del 75%. El alcalde de la localidad, Dionisio Guiteras, de ERC, se reunió con los 500 habitantes del pueblo para informarles de la quiebra del pueblo. El nuevo gobierno municipal, formado por todos los grupos, quiere renegociar la deuda con los bancos, y pide el apoyo de la Generalitat y la Diputación para no agraviar la quiebra. Esto es lo que podemos leer. Ahora bien, ¿qué significa la situación de quiebra? La Administración no se puede declarar en quiebra. No puede incurrir en concurso de acreedores. Ahora bien, algo tendrá que hacer para afrontar los pagos que ha asumido y, además, deberá exigírseles responsabilidades a los anteriores gestores que han asumido unas obligaciones que, según se comenta, no se han ajustado a la legalidad prespuestaria. Una nueva y original situación entre nuestras Administraciones públicas.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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