"Solo sé que no sé nada". Plantón atribuye a Sócrates esta frase pronunciada en el siglo V a.C. Siglos antes, Confucio, en el siglo VI a.C., había considerado que la finalidad del conocer no es, paradójicamente, satisfacer nuestra ignorancia sino mostrarla en su extensión. Sócrates y Confucio enfrentados respecto de la ignorancia. Es una apariencia. En realidad, los dos grandes filósofos coinciden. Precisamente porque sé, no sé nada. Cuando más conozco, menos sé. La ignorancia vendría a ser, por lo tanto, la consecuencia del conocimiento, como sostiene Confucio. En las palabras de estos dos genios hay otro tema subyacente: la relación entre conocimiento y sabiduría. Una cosa es el conocimiento y otra distinta es el saber. La ignorancia es la del saber, no la de conocer. Se puede conocer de los asuntos pero no saber de ellos. Por esta razón Sócrates y Confucio tenían razón y coincidían pero desde distintas perspectivas. Sócrates habla del resultado, mientras que Confucio del proceso y de la finalidad que es, precisamente, la ignorancia, o sea, que solo sé que no sé nada. Confucio nos marca la finalidad del conocimiento, Sócrates nos muestra el resultado, incluso que este resultado, precisamente porque es el resultado del conocimiento, es el "ser" del ser humano.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
Muy buena información muchas gracias.
ResponderEliminarComo complemento de la biografía de Sócrates me sirve muchisimo.