El Estado de las Autonomías es un multiplicador de organismos. En algunos casos, por la "necesidad" de erigir "estructuras de Estado", según el eufemismo de los nacionalistas y, en otros, por emulación. El resultado es la reproducción en el ámbito autonómico de entidades existentes en el estatal. Esta reproducción no siempre está justificada. No hay una análisis pormenorizado de cuándo se justifica la creación de estas entidades. En algunos casos podría justificarse (volumen de trabajo, eficiencia, proximidad, ...) pero en la mayoría, sospecho, no superarían un examen mínimo de razonabilidad. Otro ejemplo de cómo la política ha impuesto un modelo de gastos (público) en el que no se tiene en cuenta el criterio básico de que debe destinarse a aquello que realmente se necesita, según el punto de vista del ciudadano. En el fondo, la multiplicación de organismos obedece a la necesidad de alimentar la red clientelar en que se han convertido los partidos.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
Ya lo decía Sala i Martín en su magnífico libro, Economía liberal para no economistas y no liberales:
ResponderEliminarDos problemas de las instituciones públicas son que "normalmente solo se juzgan los beneficios" (P. 66) y que "cuando se crea una institución pública, nunca se piensa en cerrarla una vez hayan desaparecido las necesidades que han llevado a su creación" (P. 68), por eso el autor piensa que los gobiernos han crecido demasiado.