Simferópol, la capital de la República autónoma de Crimea, está a 2.605 km de distancia de Barcelona. Los nacionalistas han conseguido reducir la distancia a nada. El resultado del referéndum del pasado día 16 las ha unido. Es la obra de los nacionalistas unidos del mundo. Unidos por la ilegalidad. La patria, el yo superior, idealizado por la historia, la cultura, la educación, … es un monstruo que lo devora todo. Y, en particular, la libertad individual. También el sentido común y la razón. Todo. Todo al servicio de la patria. En un primer momento, la revuelta ciudadana de Ucrania era un ejemplo a seguir, como afirmó el portavoz de la Generalitat F. Homs. En un segundo momento, la violencia no era políticamente correcta, por lo tanto, los nacionalistas se distanciaron. Y, en un tercer momento, el referéndum secesionista, a la vista de la reacción de la Unión Europea y la Comunidad internacional, fue colocado aún más lejos. Pero los nacionalistas rusos se han apropiado del ejemplo catalán. El representante ruso ante las Naciones Unidas así lo ha dicho. ¿Por qué razón va a ser legal el referéndum escocés, el catalán… y no el de Crimea? Las razones son las mismas: un yo superior, el ruso, con una historia y una lengua comunes, sólo truncada por la arbitraria decisión de Nikita Kruschev de entregar Crimea a Ucrania en el año 1954.
Y llegamos a marzo de 2014. Se celebra un referéndum y el resultado, no por menos previsible, ha causado una profunda sorpresa: el 97 % de los participantes han ratificado la secesión. Una participación del 83 %. Los comentaristas no ocultan su pasmo. Los norteamericanos, acostumbrados a una participación electoral baja, en comparación con nuestros cánones, han explicado estos resultados como la consecuencia de la violencia derivada de la ocupación militar. En las últimas elecciones presidenciales norteamericanas, la participación fue del 58 %. En cambio, entre nosotros, con una participación muy superior (en las últimas elecciones generales fue del 72 %), también se evidencia la perplejidad. La ocupación militar seguro que habrá afectado, pero no explica un resultado tan abultado. Tito Livio afirmaba que “el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”. El miedo podría explicar lo sucedido, pero no todo lo sucedido. El nacionalismo hace acto de presencia.
La declaración unilateral de independencia es el desiderátum nacionalista. Los nacionalistas catalanes están trabajando desde hace mucho tiempo para alcanzarlo. En las próximas fechas se concretará la estrategia. El Derecho no es, para ellos, límite alguno. Como tampoco lo ha sido la Constitución de Ucrania. El artículo 2, de la misma forma que el artículo 2 de la Constitución española, proclama enfáticamente la indivisibilidad del Estado. La violencia hacia la Constitución no es más que el resultado de la violencia de baja, media o alta intensidad que los nacionalistas han venido implementando para alcanzar el resultado. Y esta violencia rompedora del orden jurídico interno es, precisamente, uno de los pre-requisitos para la aplicación de la doctrina Kosovo que el Tribunal Internacional de Justicia consagró en su Dictamen de 22 de julio de 2010. Un mal precedente. El peor ejemplo. El Derecho internacional reconoció validez a una declaración unilateral de independencia. Es el ejemplo que quieren seguir los nacionalistas.
Entre Simferópol y Las Palmas de Gran Canaria hay 4.724,74 km de distancia. La ideología es capaz de reducirla a cero. El nacionalismo, de baja, media o alta intensidad, es nacionalismo. Y sólo entiende un objetivo: alimentar el monstruo del yo supremo devorador de todo, y, en particular, de la libertad individual. La Historia es el espejo en el que nos debemos mirar. Advertidos estamos.
Y llegamos a marzo de 2014. Se celebra un referéndum y el resultado, no por menos previsible, ha causado una profunda sorpresa: el 97 % de los participantes han ratificado la secesión. Una participación del 83 %. Los comentaristas no ocultan su pasmo. Los norteamericanos, acostumbrados a una participación electoral baja, en comparación con nuestros cánones, han explicado estos resultados como la consecuencia de la violencia derivada de la ocupación militar. En las últimas elecciones presidenciales norteamericanas, la participación fue del 58 %. En cambio, entre nosotros, con una participación muy superior (en las últimas elecciones generales fue del 72 %), también se evidencia la perplejidad. La ocupación militar seguro que habrá afectado, pero no explica un resultado tan abultado. Tito Livio afirmaba que “el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”. El miedo podría explicar lo sucedido, pero no todo lo sucedido. El nacionalismo hace acto de presencia.
La declaración unilateral de independencia es el desiderátum nacionalista. Los nacionalistas catalanes están trabajando desde hace mucho tiempo para alcanzarlo. En las próximas fechas se concretará la estrategia. El Derecho no es, para ellos, límite alguno. Como tampoco lo ha sido la Constitución de Ucrania. El artículo 2, de la misma forma que el artículo 2 de la Constitución española, proclama enfáticamente la indivisibilidad del Estado. La violencia hacia la Constitución no es más que el resultado de la violencia de baja, media o alta intensidad que los nacionalistas han venido implementando para alcanzar el resultado. Y esta violencia rompedora del orden jurídico interno es, precisamente, uno de los pre-requisitos para la aplicación de la doctrina Kosovo que el Tribunal Internacional de Justicia consagró en su Dictamen de 22 de julio de 2010. Un mal precedente. El peor ejemplo. El Derecho internacional reconoció validez a una declaración unilateral de independencia. Es el ejemplo que quieren seguir los nacionalistas.
Entre Simferópol y Las Palmas de Gran Canaria hay 4.724,74 km de distancia. La ideología es capaz de reducirla a cero. El nacionalismo, de baja, media o alta intensidad, es nacionalismo. Y sólo entiende un objetivo: alimentar el monstruo del yo supremo devorador de todo, y, en particular, de la libertad individual. La Historia es el espejo en el que nos debemos mirar. Advertidos estamos.
(La Provincia, 23/03/2014)
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