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Acelerón catalán

A medida que se vaya acercando la fecha del 9 de noviembre, más y cada vez más se irán acelerando las tomas de postura a favor de una u otras posiciones. La semana pasada lo hemos podido comprobar. Los manifiestos se suceden, así como la preparación del 11 de septiembre, para convertirlo en la gran manifestación del movimiento independentista. Se acerca la reunión de Rajoy y Mas y, al mismo tiempo, se muestra que no hay nada que negociar. El Presidente del Gobierno no tiene nada que ofrecer que satisfaga la pretensión inconstitucional del President Mas. No puede pactar ni consentir aquello que es contrario a la Constitución. Ésta es el valladar frente al secesionismo. Y mientras tanto, por sorpresa y con rotundidad, la Presidenta del Gobierno federal alemán, Angela Merkel, ha entrado en el debate. La importancia de sus palabras es directamente proporcional a los silencios que ha suscitado en el entorno independentista. Y ha sido en la misma semana en la que éste había calificado al Estado español como residual en Europa y reafirmado que Europa no puede ser Europa sin una Cataluña independiente. ¿Qué dirán ahora? El reto secesionista no sólo lo es contra la Constitución española, sino también contra la Unión Europea. Esto no lo han entendido. El nacionalismo catalán sigue anclado en la lógica decimonónica. No ha comprendido que la globalización y la integración europea han introducido unas nuevas coordenadas que lo abocan al museo de los horrores de la Historia. La Unión no se puede permitir la desestabilización de la cuarta economía del euro y aún menos después de la crisis de nuestra moneda común. Estas aventuras, cuando carecen totalmente de fundamento, no pueden ser compartidas. ¿Quién puede creer en el “España nos roba” o en la explotación colonial de Cataluña? Sólo los sectarios embebidos del discurso cada vez más excluyente.

El Consell de l’Audiovisual de Catalunya es la viva expresión de la oficialización del discurso de la exclusión. En pocas semanas ha sido capaz de resolver, en relación con los medios de comunicación catalanes, que forma parte de la libertad de expresión comparar las ideas y opiniones del dictador Franco con las de los diputados del partido Ciutadans, o afirmar que se respeta el pluralismo en programas sobre el referéndum secesionista en los que los participantes y los mensajes son casi exclusivamente independentistas ("Nos roban 60 millones de euros cada día; independencia = necesidad"; y "¡Somos una nación"). Mientras tanto, los miembros de Societat Civil Catalana son calificados, en los mismos medios, de “quintacolumnistas”, anticatalanes, tóxicos, … además de sufrir presiones y coacciones. En un ambiente endogámico en el que se ha elimina la disidencia y la pluralidad, el impulso es acelerar la radicalización. No hay simetría. Es fácilmente imaginable qué sucederá y qué decidirá el CAC si alguien se permitiera el lujo de verter los mismos comentarios que ha admitido, pero contra los nacionalistas. El sectarismo y, sobre todo, el fanatismo, provocan estos monstruos de la razón.

La eterna pregunta es ¿qué hacer? Los manifiestos presentados proponen unas u otras alternativas. No negociar con los secesionistas, reformar la Constitución, la España federal, … etc. A mi juicio, la solución debe encontrarse en Cataluña; debe surgir en Cataluña. La sociedad civil se está movilizando, cada vez con mayor valentía y determinación, para romper el monopolio político, cultural y social que ha impuesto el catalanismo. Cataluña es más plural de lo que algunos se empeñan en demonstrar. Y los ciudadanos catalanes poco a poco van conociendo las consecuencias de la secesión. Angela Merkel lo ha expuesto con claridad: una Cataluña independiente no tendría encaje en la Unión Europea. Aún menos cuando se pretende alcanzar, como aspiran los más radicales, a través de una declaración unilateral. Una vez más, proyectan la secesión unilateral; otra vez más, el fracaso será el resultado. Un Estado catalán independiente se encontraría con la falta de reconocimiento internacional y fuera de la Unión. En un mundo cada vez más sociedad mundial, aquéllos que se alejan de las reglas del juego están condenados a vagar por el limbo jurídico a costa de la libertad y de la riqueza.

La europeización del debate catalán está arrojando una luz que las mentiras de los nacionalistas no pueden ocultar. El silencio con el que han sido recibidas las palabras de Merkel por el locuaz Homs constituye la mejor demostración. Siempre les quedará la fácil acusación de que son las palabras de una nazi, como ya fueron calificadas las sensatas palabras de los directivos de empresas alemanas en Cataluña, fruto del vicio bíblico de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. ¡Y qué viga!

(Expansión, 23/07/2014)

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