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¿Qué le pasa a la Universidad?

Las informaciones sobre el masivo plagio atribuido por distintas informaciones (véase las publicadas por El Mundo: aquí y aquí) al actual Rector de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, ha vuelto, una vez más, a colocar a la Universidad española en el centro de la polémica. Reconozco que no es un tema que me resulte agradable. Ya he tenido experiencias muy desagradables con la endogamia Universitaria. Sin embargo, no se puede negar lo que resulta escandalosamente evidente: España tiene un problema que se llama Universidad y los principales responsables son, en distinto grado, los universitarios, quienes, utilizando distintas vías, han podido capturar al poder político.

Es tradicional, entre nosotros, echar la culpa al vecino de todo lo que sucede y, en última instancia, al poder, al Gobierno, al Estado. En el caso de la Universidad, creo que el problema es justo el contrario: la autonomía universitaria, su interpretación y su práctica; el excesivo poder reconocido a las Universidades. Se ha entendido, como es usual entre nosotros, que la autonomía es la libertad para hacer y deshacer lo que se quiera, sin control, restricción o limitación alguna. No hay exigencia de responsabilidades y, la principal, la de contribución de la Universidad al desarrollo humano de la nación. Y que, a esa exigencia, se vincule, por ejemplo, la financiación. En cambio, reina el corporativismo y la oscuridad en la gestión. Véase el informe del Tribunal de Cuentas núm. 1079, de enero de 2015, sobre las Universidades públicas.

La autonomía universitaria, consagrada en el artículo 27 de la Constitución como derecho fundamental, según la interpretación del Tribunal Constitucional (Sentencias 26/1987, 55/1989 y 130/1991), es el mejor ejemplo de la captura de los políticos por los universitarios. Esta solución inédita en el mundo, es el fruto de su influjo en las Cortes constituyentes. Nuestra Constitución consagra la autonomía universitaria; en cambio, silencia la del Banco de España. En nuestra cultura política, es tradicional el rechazo del dinero y de la banca, mientras se ensalza la libertad, sin responsabilidad, en todos los ámbitos y en relación con todas las instituciones.

No me parece mal que se hable de la Universidad e, incluso, que se reconozca su autonomía. Lo que me parece mal es que no se haya entendido que supone responsabilidad, asumida por las propias Universidades y exigida por las Administraciones. En consecuencia, se cumple la Ley universal de la infamia: un poder sin control es un poder que cae en la arbitrariedad.

El caso del Rector de la Universidad Rey Juan Carlos debe llenar de vergüenza a todos, en especial a la Universidad que lo mantiene como máxima autoridad. Cuando tenemos el mejor trabajo del mundo y se ve salpicado por estos escándalos, muestra ante los ojos de todos, el lado miserable que también encierra. La benevolencia con la que algunos están respondiendo al plagio lo es con la forma más vil de corrupción intelectual que nos puede afectar. Algunos roban dinero, otros, ideas. Pero es robo; siempre robo. Y merecería el mismo rechazo, en primer lugar, por los universitarios. Que no se depuren responsabilidades, ni se exijan, es la consecuencia de la mala comprensión de la autonomía universitaria: si se disfruta de ese privilegio lo es a cambio de pagar un altísimo precio en forma de auto-exigencia. No es un parapeto para proteger el oprobio. No es el único ejemplo.

El Gobierno del PP ha consagrado la endogamia, la ha legalizado e, incluso, premiado. El Real Decreto Ley 10/2015 (Disposición final segunda. Modificación de la Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades: "las Universidades podrán convocar plazas de promoción interna") ha incorporado a nuestra legislación universitaria una de las figuras más siniestras que, sin embargo, ha suscitado el asentimiento silencioso de muchos: la “promoción interna”. En las Universidades españolas se están convocando masivamente los denominados “concursos de acceso” para ocupar plazas de catedráticos, en los que sólo pueden participar los que no lo son, pero no así los que lo son y ocupan plaza en otra Universidad. El resultado es que desaparece la movilidad. Si, además, los candidatos internos tienen la posibilidad de configurar a su medida el tribunal, los criterios, el procedimiento y los tiempos, el resultado es el lógico: la endogamia y el general empobrecimiento.

¿Por qué suceden estas cosas? ¿Por qué el poder político ni interviene ni afronta la endogamia, sino que la alienta, cuando es sabido que es el mal que está arruinando a la Universidad? Porque está capturado por los universitarios. Los políticos no entienden la Universidad, ni quieren entenderla. Es fuente de problemas y como lo es, aplican la conllevanza en versión universitaria: haces lo que quieras y me dejas en paz; te doy dinero, poder, autonomía e irresponsabilidad. ¿Qué es lo que sucede? El monstruo de la arbitrariedad. Casos como el del Rector de la Rey Juan Carlos y la endogamia son la punta de Iceberg. Más preocupante, aún, es que las Universidades no sean la fuente de prosperidad y riqueza para España que debería ser; no hay ninguna entre las 200 primeras del mundo, siendo así que España es, supuestamente, la décima potencia. Qué mejor representación. Las Universidades no cumplen con la función que la sociedad les ha asignado, salvo una: mantener entretenidos a los jóvenes para que no engrosen la lista de desempleados. Por cierto, feliz Navidad.

(Expansión, 28/12/2016)

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