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Después de la veisalgia

La veisalgia tiene unos síntomas muy precisos, según la enumeración que encontramos en la Wikipedia: amnesia ligera o pérdida de la memoria; alteraciones gástricas; cefalea o dolor de cabeza; ortostatismo y sed intensa; dolor abdominal y muscular; posibles flatulencias y embotamiento nervioso.

Sí, son los síntomas de la resaca. Y son los que sentimos tras la Sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión en el caso Junqueras. Amnesia (“no me lo puedo creer”), alteraciones gástricas (“dolor de estómago”), cefalea (“cómo vamos a resolver este desastre”), ortostatismo (cuántas horas hemos estado sentados intentando encontrar una respuesta) y dolor, mucho dolor (“¿por qué nos hacen esto?”), flatulencias, algunas y embotamiento nervioso, mucho.
En el plano de la doctrina judicial, afirma que se accede al cargo de diputado europeo con la publicación del resultado electoral. Se marca el camino para la eliminación entre nosotros del acto de acatamiento. El proverbial papanatismo de algunos encuentra el argumento fuerte para terminar de liquidar lo iniciado por la Sentencia del Tribunal Constitucional 119/1990. Se accede sin más con el resultado electoral. Todo lo demás, puro teatro.

Se rompe con la tradición plenamente asentada en nuestro Derecho y en otros según el cual el efectivo ejercicio del cargo requiere no sólo de la elección, el nombramiento, sino también de la toma de posesión. Este acto es el de manifestación de la voluntad de aceptar todas las obligaciones del cargo que tienen tres dimensiones: ante el Estado (en la persona de su Jefe del Estado), ante la Ley (en la expresión máxima que es la Constitución) y ante la institución en la que el cargo se inserta.

La elección no es más que la primera fase, muy importante, pero que se embute en un procedimiento en el que se deben desplegar las otras. Desde el Derecho romano, el nombramiento requiere de la aceptación que opera como la traditio, de ahí que hablemos de “tomar posesión” del cargo.

La doctrina del Tribunal se refiere al Derecho europeo, no al español. Insisto, esperemos que, por el proverbial papanatismo de algunos, no se liquide una institución de nuestro Derecho que tiene toda la lógica.

La otra dimensión, conflictiva y lamentablemente, convertida en arma política, es la incidencia que puede tener sobre la condena impuesta a Junqueras al haberse producido sin que el suplicatorio se hubiese solicitado y obtenido. La inmunidad de los diputados es un privilegio personal de protección de la institución parlamentaria. No es un derecho individual.

Se arbitró, en el constitucionalismo, para preservar la independencia del Parlamento. Así lo ha venido sosteniendo el Tribunal Constitucional. No parece que la condena, por unos hechos producidos con anterioridad a la elección, haya comprometido a la independencia de la Cámara europea. En consecuencia, la omisión de este trámite no debería provocar la anulación de la Sentencia.

En otra dimensión se sitúa si, en ejecución de la Sentencia, se le debe permitir a Junqueras tomar posesión para inmediatamente después ejecutar la inhabilitación a la que ha sido condenado por el Tribunal Supremo. Se podría entender que la ejecución es imposible, máxime cuando la interpretación del Tribunal de Justicia de la Unión fue solicitada mientras Junqueras estaba en prisión provisional. Habrá que estar a lo que resuelva el Tribunal Supremo en estos días.

En este punto, el Derecho entra en conexión con el relato. Somos sus víctimas en los últimos tiempos. Es significativo que hemos pasado de los argumentos al relato. No es importante tener razón, expresarlo con argumentos, y demostrar que el juicio sostenido es el razonable. No. Lo importante es contarlo como un cuento dirigido a los dummies que relate de manera coherente, simple y comprensible una historia. Porque lo importante no es tener razón, es convencer. Y todo vale, incluida, especialmente, la mentira.

A los dummies les están intentando convencer, incluso, alentados por Sánchez y sus adláteres, de que, en Cataluña, como ha sintetizado ERC, el gran constructor del nuevo relato, hay un conflicto político, que se debe solucionar mediante la negociación entre los Gobiernos/Estados, poniendo fin a la represión. Las tres palabras mágicas estructurantes del relato son conflicto político, solución política y represión. La liberación de Junqueras sería el éxito de las tres coordenadas; la confirmación de que Sánchez entra, definitivamente, en ese marco conceptual al que la política se ha de ajustar.

Junqueras ha afirmado desde prisión que el referéndum es inevitable, y la independencia irreversible. Al margen de la carencia de lógica de esas palabras (si la independencia es irreversible, el referéndum sobra), está marcando el camino. Vuelve otra vez a marcar el camino. Incluso en el supuesto de que en la negociación Gobierno/Gobierno se pudiese pactar/acordar el referéndum, tendría que superar el obstáculo de la Constitución.

La vía sería interpretar que el artículo 92 de la Constitución permite un referéndum consultivo sobre cualquier asunto, incluso, la liquidación de uno de los pilares de la arquitectura constitucional, la unidad de la nación. Una interpretación que debería ser avalada por el Tribunal Constitucional. Y los tiempos corren a favor del éxito de esa interpretación. No se debe olvidar que el Tribunal Constitucional tiene pendiente la renovación de cuatro magistrados. No me extrañaría que la primera manifestación del acuerdo de gobierno socialista-podemita-secesionista sea el control del Tribunal.

El año 2020 va a ser, me temo, un año en el que viviremos unas tensiones políticas reduplicadas porque a la debilidad de Sánchez, fruto de su determinación de mantenerse en el poder a cualquier precio, será respondida con la determinación del secesionismo de obtener lo máximo. El cuadro le es propicio. Y es lo razonable. Cuando enfrente tienes a un negociador entregado, pide lo máximo, te lo dará.

A este riesgo para la arquitectura constitucional y de la convivencia pacífica entre españoles se le ha de sumar la inclinación a que aquella debilidad se pretenda compensar con la fortaleza del populismo de extrema derecha. ¿Otra vez más, los españoles deberemos sufrir las consecuencias del frentismo? Ojalá no sea así.

(Expansión, 24/12/2019)


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