Jared Diamond en su reciente libro “Crisis. Cómo reaccionan los países en los momentos decisivos” explica que las crisis que sufren los Estados son de dos tipos: o las explosivas o las que se van cultivando a lo largo del tiempo. En este último, se van dando pasos hasta que, sorpresivamente, sobreviene la crisis. Era impensable que naciones con una larga tradición democrática, por ejemplo, Chile, pudiesen alumbrar, en un momento determinado, una dictadura sangrienta que gobernó durante dieciséis años. Qué decir de la Guerra civil española. La crueldad con la que se emplearon unos y otros.
Fernando del Rey, en su nuevo libro “Retaguardia roja. Violencia y revolución en la guerra civil española”, prueba de manera contundente la crueldad con la que se aplicaron los que antes habían sido vecinos, amigos, compañeros, conocidos, … en los pueblos de La Mancha desde julio de 1936 a febrero de 1937. Se llegó a tal grado de violencia insolente, tras un proceso de degradación, de encono, de odio, … que se fue alimentando poco a poco hasta que encontró el marco para su explosión.
Cuando las instituciones desaparecieron, cuando ni los tribunales, ni las autoridades, ni los alcaldes, ni la guardia civil, nada ni nadie, mantuvo el orden, afloró lo que se había cultivado: el rencor. La violencia descrita causa estupefacción. Aún más cuando fue entre personas que antes mantenían una relación. Y afloró. La crisis, en su dimensión histórica, fue explosiva como la guerra, y larvada como el proceso de liquidación de las instituciones mediante el cuestionamiento de su legitimidad. Y cuando las instituciones desaparecen, cae el muro de contención, los odios cobran existencia y acaban con la vida de miles de personas.
Diamond nos advierte que, entre los factores que inciden en el desenlace de las crisis nacionales, se encuentra la experiencia histórica. Diamond destaca los éxitos, pero también los fracasos son fuente de enseñanza. La Historia es el campo de aprendizaje de los triunfos, pero también de los desengaños. Aunque hay una diferencia: las frustraciones colectivas no cohesionan tanto como los éxitos colectivos.
Recordar la Guerra Civil es rememorar un fracaso, pero es una advertencia de lo que sucede cuando las instituciones caen por el esfuerzo coordinado de unos y de otros en liquidarlas por el camino de socavar su legitimidad. Cuando las instituciones cayeron, se acabó con el muro que sujetaba los odios cultivados durante tanto tiempo en una espiral frentista en la que los extremos se necesitan. Las instituciones nos salvan de la barbarie, incluida, la de los seres humanos contra otros seres humanos.
El silencio es una fuerza arrebatada de deslegitimación. En el comunicado conjunto firmado por el PSOE, PSC y ERC en ningún momento se dice quiénes son los sujetos del conflicto político. Uno de los puntos más criticados del comunicado del pasado día 3 de diciembre es en el que se dice: “En este segundo encuentro se han reafirmado en que hay un conflicto político y que debemos resolverlo políticamente. … hemos avanzado en la reflexión para activar la vía política buscando los instrumentos necesarios para su encauzamiento.” ¿Quiénes son los protagonistas del conflicto? ¿cuál es el objeto de la disputa? Nada se dice. Silencio.
Un silencio ensordecedor. Todo el mundo ha entendido a quiénes se refiere. En este periódico, por ejemplo, en la crónica de la reunión, se puede leer: “los equipos negociadores del PSOE y ERC cerraron ayer su segundo encuentro con avances poco más que simbólicos, que se resumen en el pacto de un comunicado conjunto, …, y en la reafirmación de su diagnóstico de que en Cataluña existe «un conflicto político y que debemos resolverlo políticamente». Se refieren, no hay duda, a Cataluña. Ahora bien, ¿un conflicto “en” Cataluña o “sobre” Cataluña? O acaso, ¿entre España y Cataluña? Otros medios hablan del “conflicto catalán” (agencia EFE). Silencio. Es significativo que se acalle que la negociación es a tres: la presencia del PSC no es comentada.
Se califica de “político” el “conflicto”, así como la solución. ¿Qué se entiende por política? El silencio juega con el equívoco; el peligroso equívoco de que ese innominado conflicto no admite otras soluciones. Más peligroso es dónde queda la Constitución y la aplicación del Derecho cuando, como hemos visto, una de las partes que hoy se sienta a negociar, decide emprender otro camino, igualmente político, como han subrayado, pero contrario a las reglas del Derecho. No olvidemos que tanto el 1-O como los presos son políticos para ERC. Es política y sólo política. En el otro lado, en el lado del PSOE, al menos, hasta ahora, entendíamos que, al contrario, tanto el 1-O como los presos, son un asunto de la Ley, de la aplicación del Derecho.
Si “hay” un conflicto político y que “debemos resolverlo políticamente”, esa constatación, reconocida por las partes, supone, por un lado, el cuestionamiento de la reacción del Estado democrático de Derecho mediante la aplicación del Derecho (porque los problemas políticos no se solucionan jurídicamente), y, por otro, el compromiso de que se va a desactivar la reacción jurídica de las instituciones del Estado. Ni Tribunales, ni Fiscalía, nada de nada. Tampoco el mecanismo de la coacción federal del artículo 155 CE. Política y sólo política. Esto es relevante cuando la Administración penitenciaria catalana vaya a aplicar, como se anuncia, los beneficios a los sediciosos golpistas. ¿Qué hará la fiscalía?
La cuestión importante no es si los negociadores tienen autoridad, competencias y facultades para acordar lo que nos dicen. Lo importante es que para hacerlo realidad (política y sólo política) se habrán de servir de todos los mecanismos a su alcance para condicionar la actuación de las instituciones del Estado, caso de los Tribunales o de la Fiscalía. O, rechazarán que el Senado pueda aprobar la aplicación de la coacción federal. En todo caso, se silenciarán las exigencias de la Constitución.
Con ser importante lo dicho, lo más relevante se mueve en el terreno de lo simbólico: se da un paso más en el camino de la deslegitimación de las instituciones. Calificar de política la solución, así como el conflicto, delimita en negativo el papel y las funciones de las instituciones del Estado; se traza una frontera sobre qué es lo que pueden hacer y qué no hacer. Una frontera dibujada en una mesa política por partidos políticos. Uno de los cuales, no lo olvidemos, tiene como objetivo acabar con el Estado democrático de Derecho instituido por la Constitución española de 1978.
Cuando el Derecho, la Constitución y las instituciones del Estado democrático de Derecho caen rendidos ante el dios de la política, es porque se admite que no hay límites. ¿Qué es la política sin límites? La tiranía, cuando el silencio es ensordecedor, los derechos son pisoteados.
(Expansión, 10/12/2019)
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