Hace diez días que publiqué una columna en Expansión (martes 28 de enero) expresando mi punto de vista sobre la impugnabilidad de la Declaración soberanista del Parlament de Cataluña. A su vez, la reproduje en mi blog de Expansión (Horror Vacui): Decidir e impugnar Nos acabamos de enterar que la Abogacía del Estado ha informado al Gobierno sobre la procedencia de la impugnación: La Abogacía ve argumentos para recurrir la declaración soberanista del Parlament Desconozco el contenido del informe pero me parece que, como escribí, existen razones jurídicas para que tal impugnación se lleve a cabo. Cabría dudas si la declaración se hubiese limitado a hacer una manifestación de una aspiración o un deseo. En cambio, no hay dudas jurídicas cuando lo que se formula es una afirmación sobre el carácter soberano del pueblo catalán y se proclama su derecho a decidir. Es una afirmación que el Parlament sólo puede pronunciar en contradicción con la Constitución. Veremos qué es lo que decide al final el Gobierno. En caso de que la impugnación siga adelante, no está asegurado el éxito. Ya conocemos la seguridad que a los demócratas suscita el Tribunal Constitucional. Al haberse convertido en una tercera cámara, el resultado de sus sentencias responde a otras coordenadas que a los juristas, lamentablemente, se nos escapan con demasiada frecuencia.
La respuesta del President de la Generalitat es la lógica, en sus coordenadas intelectuales. No se puede esperar más. Si soy un marciano, tengo derecho a decidir el futuro de Marte. El problema es que, no lo soy ... ni tampoco el pueblo de Cataluña. En el mundo imaginado por el President ... cualquier cosa. Un ejemplo más del peso de la literatura fantástica en el nacionalismo catalán.
La respuesta del President de la Generalitat es la lógica, en sus coordenadas intelectuales. No se puede esperar más. Si soy un marciano, tengo derecho a decidir el futuro de Marte. El problema es que, no lo soy ... ni tampoco el pueblo de Cataluña. En el mundo imaginado por el President ... cualquier cosa. Un ejemplo más del peso de la literatura fantástica en el nacionalismo catalán.
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