En Cataluña pocos hablan con claridad y, entre los empresarios, son aún menos. La excepción es el presidente del Grupo Planeta, J. M. Lara (Lara arremete contra el desastre catalán en los Premios Planeta: “La independencia es imposible” ). Es el único que dice lo que todos los empresarios deberían decir si pensasen como empresarios y no como políticos acobardados ante la eventualidad de la venganza política. Cuando el miedo es el parámetro rector, los matones acaban ganando el terreno e imponiendo su ley. Con esa actitud no se impedirá, al contrario, que estos últimos acaben ganando y haciendo imposible la vida a los demás y sacrificando las libertades, como tantas veces se ha repetido en la Historia. Ojalá cundiese el ejemplo. Se trata simplemente de informar. Romper el monopolio de la única explicación que difunden los medios públicos catalanes como si fuese la única verdad. Y no sólo no es la única sino que no es ni siquiera verdad.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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