El peso de la Administración es el eterno tema tanto en España como fuera de España. La Administración es considerada como una carga, una losa, un peso muerto que, además, se debe sufragar con los odiosos impuestos. Es el círculo diabólico: más carga, más impuestos. En consecuencia, menos carga, menos impuesto. El círculo virtuoso. Siempre es y será noticia las medidas de reducción de ese peso. Una de las medidas más extremas ha sido la reducción de la oferta pública (La Administración liquida el 60% de los empleos públicos en los últimos seis años). La reducción ha sido notable. Así se puede comprobar en todos los ámbitos de las Administraciones. Ahora bien, la reducción de la oferta no quiere decir la reducción automática del empleo del sector público. La conexión se lleva a cabo a través de las bajas y, en particular, de las jubilaciones. La tasa de reposición. Esta es la cuestión clave. Es lógico pensar que a medio y largo plazo, una reducción tan notable de la oferta tendrá una consecuencia sobre el empleo público efectivo porque no se cubre la tasa de reposición. El tema que queda pendiente es si ahora mismo el tamaño del empleo público es demasiado elevado. Según los expertos, no es así. Puede ser. Me preocupa no sólo el empleo público sino el empleo político. Desconozco si se han hecho estudios sobre el peso de la política y de los políticos (el empleo político). Si aquél, el público, es objeto de cuestionamiento, con mayor razón, a mi juicio, se podría criticar la dimensión del empleo político. Tal vez, se podría llegar a la conclusión de que lo que más "pesa" no es el empleo público cuanto el empleo político. En este ámbito no parece que se haya avanzado lo suficiente. La única medida ha sido la llevada a cabo en Castilla La Mancha para reducir el número de diputados regionales. Es la única. No parece que el ejemplo haya cundido en otros lares, al contrario.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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