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Discurso inaugural del presidente Barack Obama

El discurso del Presidente Obama debe ser estudiado con mucha atención. Creo que hay una interpretación superficial, que es la que se ha extendido y recogido en la prensa, pero otra más profunda queda por hacer.

Por un lado, Obama afirma “la pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno interviene demasiado o demasiado poco, sino si sirve de algo: si ayuda a las familias a encontrar trabajo con un sueldo decente, una sanidad que puedan pagar, una jubilación digna. En los programas en los que la respuesta sea sí, seguiremos adelante. En los que la respuesta sea no, los programas se cancelarán. Y los que manejemos el dinero público tendremos que responder de ello -gastar con prudencia, cambiar malos hábitos y hacer nuestro trabajo a la luz del día-, porque sólo entonces podremos restablecer la crucial confianza entre el pueblo y su gobierno.” Y, por otro, “con todo lo que el gobierno puede y debe hacer, a la hora de la verdad, la fe y el empeño del pueblo norteamericano son el fundamento supremo sobre el que se apoya esta nación.” Además, hay un reconocimiento de la conexión entre mercado y libertad: “Tampoco nos planteamos si el mercado es una fuerza positiva o negativa. Su capacidad de generar riqueza y extender la libertad no tiene igual, pero esta crisis nos ha recordado que, sin un ojo atento, el mercado puede descontrolarse, y que un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos.”
Está recreando las tradicionales señas de identidad del Welfare State norteamericano que está muy lejos de las del Estado de bienestar socialdemócrata europeo. No hay una llamada a más Estado, sino a un Estado mejor. No se trata de intervenir más, no se trata de monopolizar actividades, no se trata de que el Estado substituya la libertad de los ciudadanos, incluso, cuando se equivoca. Se trata de recuperar dos ideas centrales de la cultura política norteamericana: por un lado, la asociación libertad-responsabilidad (una nueva era de responsabilidad frente a la codicia y la irresponsabilidad) y, por otro, el Estado debe intervenir cuando sea necesario, o sea, cuando lo puede hacer mejor que la sociedad; lo que en términos genéricos podemos denominar como la subsidiariedad.
En el centro del escenario político debe seguir estando el ciudadano, sus libertades, su dignidad, su esfuerzo, su responsabilidad, … el Estado está en un segundo plano, de acompañamiento cuando el ciudadano, sus libertades y el mercado no sean suficientes para alcanzar un resultado que sea socialmente deseable. En este caso, el Estado pasa al frente, pero siempre con la temporalidad que requiere para salir al paso de la situación de emergencia.
“Los instrumentos con los que los afrontamos pueden ser nuevos. Pero los valores de los que depende nuestro éxito -el esfuerzo y la honradez, el valor y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo- son algo viejo. Son cosas reales. Han sido el callado motor de nuestro progreso a lo largo de la historia. Por eso, lo que se necesita es volver a estas verdades. Lo que se nos exige ahora es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento, por parte de cada estadounidense, de que tenemos obligaciones con nosotros mismos, nuestro país y el mundo; unas obligaciones que no aceptamos a regañadientes sino que asumimos de buen grado, con la firme convicción de que no existe nada tan satisfactorio para el espíritu, que defina tan bien nuestro carácter, como la entrega total a una tarea difícil”
Como se ha comentado ya, se trata, en cambio, de un discurso que se mueve dentro de las coordenadas de los valores y principios tradicionales de la cultura y sociedad norteamericanas, hilados con la exposición de la importante tarea que se debe desarrollar.

Discurso inaugural del presidente Barack Obama en español · ELPAÍS.com

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