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Gasto

Uno de los temas estrellas de esta crisis económica es el de la política adecuada para solucionarla (gestionarla). Existe una creciente unanimidad entre los economistas según la cuál sólo la política fiscal es la única alternativa viable en las presentes circunstancias. Esto significa más inversión pública e, incluso, más rebajas fiscales, aunque esto signifique más endeudamiento del Estado. En definitiva, más Estado, a costa de menos Estado en el futuro porque esta deuda deberá pagarse y deberá hacerse reduciendo gastos en el futuro. Ahora bien, un tema que sólo comienza a vislumbrarse es el relativo a si este cambio circunstancial de la política económica va a dar lugar a un cambio estructural. Esto es, ¿lo circunstancial va a dejar paso a lo estructural? ¿lo que hoy se presenta como obligación derivada de las circunstancias se va a consolidar como un rasgo estructural del Estado en su relación con el mercado? A mi me parece que no. En primer lugar, hay que recordar el carácter cíclico de la relación Estado - mercado. En unos momentos aquél crece y este decrece, mientras que en otros aquél decrece y este crece. Y, en segundo lugar, hay la suficiente memoria histórica (eso creo) para que recordemos los errores del exceso del Estado, como para justificar un nuevo recrecimiento. En definitiva, en tercer y último lugar, en el centro está la virtud. Y este centro es el de la calidad regulatoria. No se trata de más Estado, sino de mejor Estado. Esta es la cuestión central.

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¿Avaricia o codicia?

En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e

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