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Caso Neymar

El caso Neymar, el jugador brasileño fichado por el Barcelona, reune todos los ingredientes de la mitología nacionalista. Un éxito del mejor club del mundo saboteado por los enemigos exteriores, o sea, el Real Madrid. Las explicaciones que sazonan la prensa editada en Barcelona es ilustrativo (Florentino Pérez a Rosell: "No tenemos nada que ver"). Es una treta ya utilizada tantas veces, al menos, recientemente, desde el caso estrella de Banca Catalana y la imputación del ex-president Pujol, que ya no surte (o no debería) efectos entre la mayoría de los ciudadanos. De tanto repetirla o convence a los ya convencidos o suscita la sospecha entre los librepensadores. Su eficacia ha caído exponencialmente. Cubrirse las vergüenzas (corrupción) con las instituciones ya no consigue dirigir la atención a otros lares sino que liquida la legitimidad de las instituciones. La única incertidumbre es el contexto general en el que este proceso se produce. Es un contexto de deslegitimación del Estado español como ámbito de convivencia compartido, en la diversidad, entre todos los ciudadanos con independencia de nuestro lugar de residencia pero también nuestras diferencias. La unidad no es uniformidad, como ya dijo hace ya mucho el Tribunal Constitucional. Es reconocimiento de la diversidad pero respetando lo mucho que nos une, aquello que se ha ido construyendo después de tantos cientos de años. Este contexto enrarece aún más el ambiente. Se ha consolidado la impresión de un ataque general a Cataluña. Los nuevos corruptos están tentados en tapar sus vergüenzas en el contexto general que indico. Convertir sus "casos" en episodios de la guerra general contra Cataluña. Tienen en su apoyo el control de los medios afectos que repiten y repiten la verdad oficial. También es cierto que no son los únicos medios. Hoy los ciudadanos tienen la posibilidad de informarse acudiendo a otros. No hay monopolio. Hay preeminencia pero no exclusividad. En definitiva, por un lado, la mentira repetida, por otro lado, el contexto general de "España nos roba" pero también nos ataca, y por último, la esperanza de que cada vez son más lo que se informan beneficiándose de la pluralidad informativa de nuestra democracia. La escenografía mitológica nacionalista está amenazada por la nueva época histórica que vivimos. La antigüedad del pleistoceno frente a la modernidad de la aldea global.

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