El problema económico actual de España es la perdida de confianza respecto de su capacidad para pagar la enorme deuda contraída (300.000 millones €). Hay una pérdida de confianza en el deudor. ¿qué debe hacer un deudor para que el acreedor recupere la confianza perdida? Recuperar la confianza es esencial porque el deudor necesita contraer más deuda para afrontar sus necesidades.
El acreedor sólo entiende una respuesta: demostrarle que tenemos (o vamos a tener) los recursos necesarios para cubrir nuestras obligaciones. A tal fin sólo hay dos caminos: incrementar los ingresos o reducir los gastos. Lo más razonable es una combinación de ambos.
Cuando se adoptan las medidas concretas de incremento de los ingresos y de reducción de gastos deberá evaluarse los efectos que podrían tener sobre el conjunto de la economía. Por ejemplo, unas medidas de incremento de los ingresos consistente en el incremento de la imposición podría dar lugar a una retracción de la actividad económica (producción y/o consumo). A su vez una reducción de los gastos (intensa y sorpresiva) igualmente podría provocar una contracción brusca de la actividad económica por la retirada de la renta que el Estado transfería a los terceros.
Habrá que adoptar medidas prudentes, o sea, aquellas que han evaluado las consecuencias sobre la actividad económica pero hay que adoptar medidas. Hay que hacerlo para que los acreedores recuperen la confianza.
Los acreedores presionan para que se adopten más medidas y más intensas. Un Gobierno prudente debe, en cambio, adoptar las medidas adecuadas. En cambio, el Gobierno imprudente es el que ni adopta medidas o adopta las equivocadas. El Gobierno suicida es el que no hace nada de lo anterior y pretende engañar a los acreedores porque cree que el tiempo corre a su favor. Este es el Gobierno escapista. Cree en el efecto locomotora. España es un vagón en un tren. Cuando comiencen a empujar las locomotoras, saldremos de la crisis. Cuando las locomotoras de la economía mundial salgan, nosotros nos beneficiaremos. Estas están comenzando a tirar y los beneficios comenzamos a verlos. Esta estrategia tiene un beneficio político para el Gobierno: no implica costos y, en particular, electorales, como consecuencia de la adopción de unas medidas que son impopulares.
La consecuencia de este escapismo es que reduplica la desconfianza. Los acreedores observan que no se adoptan medidas, sino que se aplazan o el ritmo es bajo precisamente porque se quiere ganar tiempo. Esta desconfianza penaliza la búsqueda de nueva financiación. Además, la desconfianza se va proyectando a otros ámbitos, incluso ajeno a los mercados financieros. La desconfianza atenaza a España hasta paralizaría. Este es el principal peligro. Un peligro duradero.
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