Las instituciones de la UE comienzan a hablar con claridad. Se agradece. Sobre todo cuando hablan con el sentido común. No es posible que una parte segregada de un Estado miembro sea automáticamente miembro de la Unión. Al ser un nuevo Estado deberá solicitar, como cualquier otro, el ingreso en la Unión (Bruselas asegura que Cataluña con la independencia saldría de la UE). Se agradece. Ahora bien, dudo mucho que estos mensajes, incluso los claros, sean entendidos por aquellos que han asumido como una verdad religiosa lo contrario. Así he visto expresarse a algún Conseller. El debate sobre la independencia de Cataluña es un debate complicado porque parece un debate sobre la fe. El nacionalismo es la última Iglesia secular del siglo XIX. Es sabido que en los temas de la Iglesia y los de la fe no es posible razonar. Es una cuestión sólo de creencia y cuanto más difícil sea esta creencia, mejor.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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