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Sobre la independencia del súper-regulador

Hoy hemos desayunado con algunas noticias inquietantes sobre el súper-regulador, la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC). El fallido nombramiento de la Director General de la Competencia ha causado estupor (La sobrina de Guindos renuncia a su cargo en el nuevo superregulador). No dudo que se tratan de personas altamente cualificadas. No lo dudo. Es más, estoy convencido de que así lo es. No hay tampoco ningún obstáculo jurídico que lo impida. Sin embargo, ¿ningún responsable de la CNMC ha pensado que cuando se habla de la independencia del regulador el aspecto "estético" es tan relevante como el "ético" o el legal?  El Consejo de la CNMC propuso y nombro, según parece, a la sobrina del Ministro de Economía para que ocupase el puesto de Directora General de la Competencia. Los méritos son incuestionables. Una profesional de méritos acreditados y con una trayectoria espectacular pero ... es la sobrina del Ministro de Economía. Y esta, en un arrebato igualmente de ingenuidad, decide nombrar como su subdirectora a la hija del Ministro de Agricultura. Insisto que no se trata de méritos que seguro las implicadas tienen de sobra. Es más, estoy convencido que todo lo sucedido es radicalmente injusto. Se han penalizado a unas personas en razón del parentesco con los cargos políticos comentados. Estoy convencido de que así es. Sin embargo, estamos hablando de un regulador independiente, de una Comisión independiente y la independencia tiene estas contrapartidas. La independencia es una cualidad evanescente. Tanto como su propia importancia. Es tan evanescente que no hay garantía suficiente si falla la cualidad humana. No se puede ser independiente si no se quiere ser independiente. Y esto no se puede imponer. Se es o no se es. No hay norma que así lo imponga. El Derecho puede ofrecer medios para resistir la presiones. Puede ofrecer medios para garantizar la independencia frente a todos aquellos o aquello que quiere perturbarla. No puede, en cambio, asegurar el "querer ser independiente". Esta es una actitud moral y esencialmente personal. El independiente es independiente al margen de lo que el Derecho diga. Es posible un funcionamiento independiente de un órgano si sus integrantes así deciden actuar aún cuando el Derecho imponga el sometimiento a ciertas jerarquías. Es, insisto, una cualidad personal que el Derecho se encargará de proteger pero no de imponer porque si así lo hace su efectividad es ridícula. Por esta razón es tan importante la actitud de las personas, lo que se hace o se deja de hacer. Son indicios de si se tiene o no se tiene aquella cualidad personal. Ser independiente no se puede imponer, sólo garantizar cuando se es. Esta cualidad es muy difícil de acreditar. Los indicios nos permiten apreciar o no su concurrencia. Indicios que son, usualmente, muy subjetivos. Tanto que la sospecha es permanente. Tienen tanto poder estos reguladores y tantos intereses se mueven a su alrededor que todos están atentos ante cualquier señal, cualquier indicio. Los nombramientos comentados vendrían a ofrecer un indicio de nepotismo. Carece de fundamento, como he comentado, pero es un indicio de que se carece de la cualidad que estoy comentando. Estamos en un mundo al margen del Derecho. Este es el espectador. El que se limita a ofrecer los medios para disfrutar de la protección cuando el independiente quiere ser independiente y decide resistir las presiones. Un mundo de la subjetividad, incluso, de la arbitrariedad, de los juicios precipitados e injustos. Es el mundo de la sospecha. El mundo alrededor de tanto poder en manos de aquellos que dicen disfrutar de una cualidad tan evanescente como es la de la independencia. Este mundo es el mundo de los reguladores. Siempre lo ha sido y siempre lo será. No sólo en España sino también fuera de España. Cuando un poder está sostenido en algo tan peculiar como la independencia es lógico que también la "estética" sea importante. Porque la sospecha es importante. Es imprescindible que los "indicios" apunten hacia disfrutar de la cualidad personal de la independencia y no al contrario. El resultado ya es público y notorio. Ya se ha sentenciado a muerte a la CNMC. Los nombramientos han sido objeto de polémica. Y estos últimos ha alimentado la hoguera de la sospecha. Se critica la falta de competencia de sus miembros. Incluso se utiliza el criterio, a mi juicio, equivocado del Google Academics ('Arbitrariedad y competencia', J. FDEZ-VILLAVERDE/ L. GARICANO ) para proclamar la arbitrariedad. No me parece razonable que la elección sea obra del Google Academics. No es razonable. Tampoco me parece razonable que sea la amistad y la filiación política y partidaria la que haga posible los nombramientos. Tenemos que encontrar el punto de equilibrio. Ni el regulador es un centro universitario cuyas plazas se han de proveer aplicando los criterios de mérito y capacidad tras las pruebas correspondientes ni tampoco es la prolongación de los centros de decisión de los partidos políticos. España, también en este campo, se ha de debatir entre la endogamia universitaria y la politización partidista. Ni una cosa ni la otra. Todo lo contrario. Estética, estética y más estética. No se puede gestionar la sospecha con más sospecha. Algunos no se enteran, otros no se quieren enterar y mientras tanto, los demás observamos con perplejidad como se va alimentando la espiral que cuestiona la legitimidad de las instituciones centrales del Estado.

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