Ir al contenido principal

La tiranía según Herodoto


El nacionalismo catalán sigue rodando su película en el que los actores sólo pueden expresar lo que el guión impone. Todos los demás, a callar. El comunicado de 60 directivos de empresas alemanas localizadas en Cataluña es la mejor ilustración de lo que digo. Unas personas asentadas desde hace años en Cataluña y que reúnen conocimiento, experiencia y sensibilidad con las consecuencias del nacionalismo. “Alertamos de los peligros de un fervor nacionalista, que en el último siglo ha traído sufrimientos inmensurables sobre Europa y que tampoco traerá nada bueno para Cataluña”. Y frente a esta opinión, el insulto. O te callas, o te expones al ataque. El corolario es el miedo y el silencio del miedo, como también denunciaban los directivos. Herodoto decía, como ha recordado Varela Ortega, que la violencia del tirano es temor: el temor a la represalia de los que viven en una ciudad sin leyes.

El temor es el arma de la tiranía. Un temor invencible para algunos. Otros, cada vez más, comienzan a sobrellevarlo. No es comprensible, como han afirmado los directivos alemanes, en una democracia. Cuando la sociedad está cada vez más mediatizada por el poder político, sus designios son órdenes que muchos deciden seguir por la comodidad. El agrado con el poder ha dejado la nave al mando de los que la pilotan hacia el caos. El discurso del miedo. Sí, por supuesto. El que produce el desorden y la inseguridad que arruina la libertad y la prosperidad de millones de personas. Aquéllas que se han visto arrastradas por el juego combinado de un régimen y de sus mecanismos de manipulación, pero también de los errores del constitucionalismo. Sólo hasta hace pocas fechas, unas horas en términos históricos, el discurso nacionalista de todos los partidos monopolizaba la explicación de la realidad y definía el horizonte a alcanzar. El monopolio ideológico ha construido una realidad alternativa en la que la Constitución puede ser desconocida hasta extremos como para afirmar que es compatible con el derecho a la autodeterminación de Cataluña. El que la nación española sea definida como la patria común e indivisible de todos los españoles, tal y como afirma el artículo 2, no es, para estos ideólogos del Derecho, obstáculo alguno. No hay ningún impedimento. Ésta es la cuestión esencial. Ninguno. Nada puede reconducir o limitar su sedicente principio democrático. Nada. Nada podrá parar la “voluntad del pueblo”, de la suya.

La voluntad sin ley. La voluntad del demos al margen de cualquier ley. La ciudad sin leyes de la tiranía. Y frente a este hecho, la ingenuidad de los bienintencionados. Así prefiero creerlo. Ahora que ha comenzado el debate en el Tribunal Constitucional sobre la declaración de soberanía del Parlament de Cataluña de 23 de enero de 2013. Los ingenuos creen que se trata de un debate académico que se puede resolver conforme a las reglas del laboratorio de las ideas. Ojalá. Los nacionalistas son oportunistas. Buscan ventajas extraídas, incluso, de los eriales jurídicos más adustos. Recientemente hemos tenido otro ejemplo más: la interpretación del Real Decreto-Ley 41/1977, de 29 de septiembre, de restablecimiento de la Generalidad de Cataluña. El Ministerio de Asuntos Exteriores en el documento sobre la secesión de Cataluña (“Por la convivencia democrática”) afirmó, de manera incidental, que “en virtud de la Constitución y el Estatuto, Cataluña recuperó sus instituciones de autogobierno”. Esta frase, pronunciada después de hablar del restablecimiento de la Generalitat en el año 1977, sirve de excusa al nacionalismo para afirmar que “el restablecimiento de la Generalitat es anterior a la Constitución española, y su legitimidad histórica, por tanto, no puede derivar de ésta.” Es, como digo, un ejemplo de la manipulación. Confundir restablecimiento de la Generalidad con restablecimiento del autogobierno. En el año 1977, como se deduce de la mera lectura del Real Decreto-Ley, se restableció la institución pero sin autonomía, sin competencias y sin recursos; la institución pero sin autogobierno. El Gobierno la repuso pero bajo su dependencia total y absoluta en cuanto al nombramiento de su presidente, la transferencia de competencias e, incluso, la posibilidad de su disolución. La Generalidad fue establecida como "provisional" a expensas de lo que la Constitución pudiera decidir y, por último, como se dispone en la disposición final cuarta, "[sin] más derechos y obligaciones que los derivados del presente Real Decreto-ley." El restablecimiento no se hizo acompañar de ninguna herencia histórica y aún menos de la legalidad republicana como los nacionalistas llegan a afirmar. El nomen no arrastra consigo ni leyes ni privilegios del pasado. La Generalitat como entidad que goza de autonomía para la gestión de sus intereses es obra de la Constitución y del Estatuto. Es una institución con historia, pero esa historia no impele per se ni reglas de organización ni de competencias. El nombre no hace la cosa, no hace el autogobierno. Este es obra de España constituida en un Estado democrático de Derecho (art. 1 Constitución). Es la obra de los españoles, de todos. Ésta es la verdad de la Constitución y del Derecho. Y son unos ingenuos los que piensan que los nacionalistas entienden y razonan con el Derecho y que los argumentos jurídicos les resultan suficientes. No. Ellos sólo entienden de su ley suprema que es la de su voluntad suprema. A los demás … el temor. La tiranía de Herodoto.

(Expansión, 18/02/2014)

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Avaricia o codicia?

En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e

Puigdemont, inelegible

El Estado democrático de Derecho se asienta sobre un pilar esencial: el Derecho al que el Estado está sometido es el de los representantes del pueblo, expresado a través, fundamentalmente, de la Ley. ¿Qué requisitos deben reunir tales representantes? La Legislación los enumera como requisitos del sufragio activo y pasivo. La Constitución y, en su desarrollo, la legislación electoral, los especifica. La Ley orgánica de régimen electoral general (LOREG), detalla, en el artículo 3, quién no tiene derecho a votar (sufragio activo). A su vez, en el artículo 6, concreta quiénes no son elegibles (sufragio pasivo). En este artículo se enuncian, por un lado, los que no son elegibles por concurrir la razón de desempañar cargos en el Estado que devienen objetivamente incompatibles con la participación en la contienda electoral. Y, por otro, los que no pueden, por haber sido condenados por sentencia que imponga la pena privativa de libertad. En relación con ciertos delitos, incluso, no es ne

Yo estuve allí

Cientos de miles de personas nos manifestamos por las calles de Barcelona. La primera gran manifestación del constitucionalismo contra el secesionismo. Dimensiones históricas. Y simbolismo, igualmente, histórico. Se han soltado lágrimas de emoción; las de la felicidad. Toma cuerpo la otra Cataluña, la que resiste frente a la secesión, y, sobre todo, frente a su motor principal: el autoritarismo. Cataluña está dividida. El secesionismo la ha partido en dos. La otra mitad ha querido demonstrar su hartazgo; su rechazo. Su determinación a enfrentarse al golpismo. No se quedará cruzada de brazos. Una fiesta cívica. Una celebración de la españolidad y de la catalanidad. Se ha roto el tabú y el silencio. Asistimos a la reivindicación de la españolidad incluyente (“somos catalanes, somos españoles”) y democrática (“somos españoles, no fachas”, se gritaba). Es la que se enfrenta al secesionismo. No es una cuestión de historia, de patria, de ideología, … es una cuestión de libertad. Hay u