Impresiona. Si. Impresiona. La declaración de los empresarios catalanes asentados en Cataluña (Los ejecutivos alemanes denuncian que el empresario catalán teme la ira nacionalista - Noticias de Cataluña) impresiona por tres motivos: 1) por el peso económico de las empresas que están representadas; 2) por tratarse de empresas de uno de los Estados más importantes, o el más importante, dentro de la Unión Europea; y 3) porque conocen y han sufrido las consecuencias del nacionalismo. Ellos están legitimados para afirmar con rotundidad: “alertamos de los peligros de un fervor nacionalista, que en el último siglo ha traído sufrimientos inmensurables sobre Europa y que tampoco traerá nada bueno para Cataluña”. Lo pueden afirmar con rotundidad. Y su voz debe ser oída. El nacionalismo sólo ha traído perdición allí donde ha florecido (incluyendo a España). Allí donde ha florecido la libertad ha desaparecido. Aún no han alcanzado su objetivo y comienzan a demostrar su vocación más profunda inoculando el miedo entre todos los que disiente. El disidente interior no existe. Su existencia es negada. Porque la negación es la mejor manera de silenciarlos. Hasta que los constitucionalistas han decidido movilizarse. Están consiguiendo romper el pacto del silencio, la Omerta. La voz de los empresarios alemanes es otra grieta en el muro. El muro del autoritarismo que sólo entiende de su verdad y de "su" libertad. La que ellos exigen es la que ellos mismos niegan. La mentira, la hipocresía del nacionalismo. De todo nacionalismos. Es la esencia del nacionalismo.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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