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Escocia, Cataluña, Canarias


El pasado día 19 se celebró el referéndum secesionista en Escocia. Sabemos el resultado. Más de 2 millones de escoceses (un 55 % de los votantes) dijeron no a la independencia. Escocia ha dicho que quiere seguir formando parte del Reino Unido. El alivio se ha dejado notar en la Unión Europea, pero, también, en general, en la Comunidad Internacional. Y qué decir de España. Estaba en Oviedo cuando supe el resultado. Maravillosa ciudad con gentes encantadoras. También en Oviedo se celebró el resultado. Y en Madrid, cómo no. En todas partes. ¿Y en Barcelona? El mismo día 19, el Parlament aprobaba, por una cualificada mayoría, la Ley de consultas no referendatarias. El objetivo de esta Ley es servir de marco a la consulta secesionista anunciada para el día 9 de noviembre.

Es la gran paradoja de la Historia. El mismo día en que se consumaba la derrota del nacionalismo escocés, el catalán sentaba las bases para su futura derrota. De derrota en derrota, se supone, hasta la victoria final. Porque una nueva se ha anunciado el día 19. En dos lugares bien distantes. En Escocia y en Cataluña. Lo lamentable es que, esta última, está advertida desde hace mucho tiempo. No forma parte del capítulo de lo futurible. Es una certeza. Otra derrota más. Otra. El nacionalismo catalán se ha construido desde el martirologio. No es un accidente el que la Diada, el día nacional de Catalunya, sea el de una derrota. Otra más. Y es también elocuente que la nueva derrota tendrá lugar en el tricentenario de la de 1714.

Desde el primer documento, el Memorial de Greuges, elaborado por V. Almirall y elevado al Rey Alfonso XII en el año 1885, el nacionalismo catalán ha combinado la aspiración a la máxima diferencia (lengua, cultura, instituciones,…) sin renunciar, al contrario, a los máximos beneficios (privilegios, proteccionismo, aranceles, no ratificación por el Rey del tratado comercial con Gran Bretaña,…). Diferencia y deferencia armonizadas “sabiamente”. Y, todo esto, adobado por la denuncia del maltratado sufrido por Cataluña. El agravio, el sufrimiento, el castigo, la represión sufrida, … reales e inventadas, han servido para justificar diferencia y deferencia. Ser lo más distinto posible para obtener los máximos beneficios de España. Y no hay límite alguno a sus pretensiones. Es lógico. Han sufrido tanto que tiene el derecho, superior, natural, extraterrestre, … a todo, o sea, a tener y a disfrutar de todo aquello que le separa del resto de España, pero sin renunciar a ninguno de los privilegios y beneficios de los que ya gozan.

El nacionalismo catalán quiere llegar a la independencia en Ferrari y, además, quiere que el resto de España le pague la autopista. Ésta es su tragedia. No está dispuesto a sacrificar ni un ápice los beneficios de los que disfruta. Por esta razón, lo sucedido en Escocia ha impresionado. No tanto por el resultado, que les resulta, hasta cierto punto, indiferente, sino porque ha expuesto ante el mundo, sin el filtro de la manipulación de los medios de comunicación catalanes, qué consecuencias tendría la independencia. Ya no es posible, ni el silencio, ni la manipulación. Si la Escocia independiente hubiera sufrido las consecuencias económicas, políticas, sociales, culturales e institucionales conocidas, qué no le pasaría a la Cataluña, unilateralmente, independiente.

Y no sólo no habrá Ferrari, sino que tampoco habrá autopista. Y no lo hay, porque no hay marco legal posible en el presente contexto constitucional. Por mucho que la Ley de consultas aprobada pretenda, con el concurso del Consell de Garanties Estatuaries de Catalunya, ofrecer la cobertura, es evidente que la consulta del 9 de noviembre lo es sobre una “decisión política de especial transcendencia” que “afecta al orden constituido y también al fundamento mismo del orden constitucional”, por lo que, conforme al Tribunal Constitucional (Sentencia 103/2008), forma parte de la competencia del Estado, al tratarse de un referéndum.

Otra de las grandes lecciones del referéndum escocés es la importancia de la Ley. No hay referéndum posible, si no es creíble; y no puede serlo, si no es legítimo, y no puede ser legítimo, si no se ajusta a la legalidad. Cualquier referéndum contrario a la legalidad, es ilegal, no sería legítimo, no sería creíble, y, en consecuencia, su resultado sería desconocido por la Comunidad internacional. Una secesión unilateral no sólo sería materialmente imposible sino, además, inexistente. Nadie la reconocería. Y sin reconocimiento, sería fallida. Es una de las consecuencias del principio de efectividad del Derecho internacional. Una Cataluña independizada al margen de la Ley sería la nada.

Si no hay Ferrari y no hay autopista ¿qué es lo que han organizado los nacionalistas catalanes? La nueva celebración de la enésima derrota. A la derrota de 1714, se le añadirá la de 2014. Pero hay una gran diferencia. Esta última, será la primera con el Derecho en la mano. España, la España constitucional, ha progresado mucho. Ya es una democracia consolidada. Puede derrotar con el Derecho en la mano, el enésimo reto secesionista. Esto es un avance muy importante. No se necesita a ningún Espartero. El que afirmó en 1842 que era necesario bombardear Barcelona cada 50 años. No. El Derecho, los mecanismos del Estado democrático de Derecho, conseguirán doblegarlo. Sólo se necesita el Derecho, nada más.

Canarias tiene que aprender dos lecciones importantes. La primera, la relevancia de la Ley. El respeto a las reglas del Estado democrático de Derecho. El Gobierno de Canarias sigue empeñado, según parece, en seguir adelante con la pantomima del referéndum sobre las prospecciones. Es ridículo. No logro entender, salvo en un deliberado empeño en engañar de manera masiva a los canarios, que siga con esta operación de distracción, condenada al fracaso. O se hace conforme a la Ley o es un timo histórico. Y lo será porque es público y notorio que las consultas están delimitadas por las competencias autonómicas que no incluyen, como es evidente, las autorizaciones de las prospecciones. Y la segunda, los sentimientos que el nacionalismo azuza acaban pasando una factura inmensa. “España nos roba”, “España nos mata con el petróleo” son bolas de nieve que van creciendo y creciendo hasta que nadie las puede controlar. Cuando los sentimientos entran en política, sale la razón; son como una inmensa bomba de relojería que terminará produciendo unos daños que a nadie beneficiarán. Los escoceses, en cambio, han demostrado que, al final, las grandes decisiones se deben acordar con el sentido común, la razón, no con los sentimientos. Estos arrebatan, arroban el espíritu, ciegan, ocultan los hechos. ¿Cómo puede ser razonable la independencia que provoca la salida de la Unión Europea, la exclusión de la libra, de todos los tratados y convenios internacionales, …? Los costes tan inmensos que supondrían no se compensan con los beneficios a obtener. El sentido común, la razón, deben ser las pautas rectoras. Su única amenaza son los sentimientos; los cada vez más incendiarios que el nacionalismo canario está arrojando al escenario político. Canarias debe aprender de la victoria escocesa y de la derrota catalana. Tiene que elegir, sí, elegir qué prefiere; si victoria o derrota. El día de Canarias, el 30 de mayo, se celebra la victoria de la democracia. La primera sesión del Parlamento de Canarias. Democracia, autonomía, libertad. Qué mayor victoria. Sigamos por ese camino.

(La Provincia-Diario de Las Palmas, 21/09/2014)

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