Las leyes deparan, a veces, sorpresas divertidas. La Ley 2/1974, sobre los Colegios Profesionales fue modificada por la Ley 25/2009 de modificación de distintas leyes para su adaptación a la Ley sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio, o sea, la Ley de incorporación de la Directiva de Servicios (Directiva 2006/123). Una de las modificaciones, entre otras técnicamente muy defectuosas, produce el extraño resultado de que se reconoce que los Colegios profesionales tienen "actividad pública y privada". Se establece que los colegiados (profesionales) pueden, de forma gratuita, a través de la página Web del Colegio que funciona como "ventanilla única", conocer "la actividad pública y privada del Colegio Profesional". La redacción es aún más confusa y defectuosa pero lo realmente original es que se reconozca que los Colegios profesionales tienen actividad privada. Esta es la nueva redacción dada al artículo 10. A continuación, tras aquél reconocimiento, se proclama que los Colegios "estarán sujet[os] al principio de transparencia en su gestión". A tal fin, deberán elaborar una memoria anual que se hará pública sobre la actividad del Colegio. Parece un contrasentido: actividad privada y transparencia. No parece razonable que una Corporación de Derecho público, como se proclama en el artículo 1, pueda tener una actividad privada. Parece más bien un exceso o un error del legislador.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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