The Independent publicaba la noticia (aquí) de que un empleado público indio se ausentó de su trabajo en el año 1980 y no ha vuelto a trabajar durante 25 años. Hasta aquí todo normal. Bueno, casi normal. El despido se produjo esta semana. 25 años después ha sido despedido por resolución del propio Ministro. Para hacer aún más esperpéntica la historia, tampoco se sabe si ha cobrado durante esos años. Un ejemplo del absurdo del descontrol de la gestión pública tanto para contratar como para controlar el trabajo y, también, el salario. Es fácil caer en la tentación de compararlo con los empleados públicos españoles que se acogen a las bajas (noticia). O, como hemos visto en alguna noticia, la coordinación de las bajas entre policías para mejor "disfrutar" de las fiestas. Así como la relación entre las bajas y la presión del desempleo. Cuando éste ha aumentado, el número de bajas ha disminuido (noticia). El temor al desempleo tiene este efecto. En algunos casos, los que tienen motivos justificados renuncian a las bajas. En otros, los tradicionalmente oportunistas, no quieren asumir el riesgo de facilitar la excusa para perder el empleo. El caso Verma, así se llama el ingeniero eléctrico que protagonizó la noticia que comento, no es frecuente. Desconozco si es usual en la India. A la vista del revuelo que ha suscitado, no debe serlo. Aunque también comenta el caso de una profesora que se ha ausentado de su trabajo durante 23 años. En España no hay precedente. Nuestras ausencias son menos prolongadas y cubiertas por la baja médica correspondiente. Sin embargo, se plantea el mismo problema de fondo: el del control. Tanto para la contratación como para el desarrollo del trabajo para el que el empleado ha sido contratado. El clásico problema de los incentivos que son muy difíciles de articular en el seno de la función pública. Que un empleado desaparezca durante tantos años (o menos) sin que no pase nada o era innecesario o siéndolo, su substituto lo ha substituido con tal éxito que ha desaparecido el recuerdo de la función original. En todo caso, supone un coste que no es razonable.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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