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No hay petróleo, y ¿ahora qué?


Lo que la política no consiguió, la Naturaleza lo ha hecho realidad. No hay petróleo. Ni tampoco gas. Al menos, en cantidad y calidad adecuadas para su explotación. La Naturaleza ha querido que Canarias no pueda disfrutar de otra fuente de riqueza que añadir a las que ya tiene. Es una pérdida importante para la Comunidad Autónoma que cuenta con el tercer porcentaje más elevado de desempleo (33,4 %) de uno de los Estados de la Unión Europea con mayor desempleo. Canarias tiene un problema de generación de riqueza que permita a los canarios disfrutar del bienestar al que legítimamente pueden aspirar.

Canarias es un lugar privilegiado. Excepcional en cuanto a biodiversidad. Envidiado por sus extraordinarias condiciones ambientales. No deja de ser paradójico que el “mejor lugar del mundo” no es el mejor lugar para los propios canarios, al menos, para los 260 mil desempleados. Esta contradicción se nos ofrece como un indicio de que algo no se está haciendo bien. ¿Cómo es posible que en el “mejor lugar del mundo” sus habitantes sufran unas tasas de desempleo como las de los peores lugares del mundo? El mejor lugar para la Naturaleza no puede ser el peor para los seres humanos. El petróleo, por increíble que parezca para algunos, era una oportunidad para corregir este desequilibrio. La explotación racional y sostenible de todos los recursos naturales para que la riqueza así aflorada pudiera servir para contribuir a que fuera el mejor lugar también para sus habitantes. Se ha cerrado una puerta. Una oportunidad. Refulge con mayor fuerza aún la necesidad de explotar la principal fuente de riqueza.

Como han demostrado Acemoglu y Robinson (“¿Por qué fracasan los países? Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza.”), el elemento diferencial entre naciones ricas y pobres, entre riqueza y pobreza, está en las instituciones. No en los recursos naturales. Es posible encontrar naciones con inmensas riquezas naturales, pero inmensamente pobres. En el Índice de Desarrollo Humano de la ONU se puede ver la falta de relación entre riqueza y calidad de vida. En los últimos lugares del índice, aparecen Estados con importantes riquezas, en los que sólo los más fuertes disfrutan de la vida, pues los más débiles la pierden día a día. Países africanos con unas riquezas naturales excepcionales que, sin embargo, no aportan bienestar alguno a sus ciudadanos. Casos como el de la República Democrática del Congo son la mejor ilustración, de que contar con riquezas, no hace ricos. Es otra terrible paradoja: ser ricos para ser pobres. Son las instituciones, las inclusivas en lo político, económico y jurídico, las que marcan las diferencias. Diversidad, pluralidad, libertad, competencia e imperio de la Ley. Es el marco para que la riqueza prospere. El marco en el que nadie sobra. Todos suman. Todo se incluye para generar la prosperidad en la que todos pueden participar. Helliwell, Hunag, Grover y Wang han demostrado, en un trabajo publicado en el año 2014 para la OCDE (“Good Governance and National Well-being: What Are the Linkages?”) la relación entre buen gobierno, buena administración, y bienestar. La de la calidad de las instituciones políticas y administrativas, y la prosperidad. El mal Gobierno proyecta una sombra que la amenaza. El excluyente, el extractivo, el ineficaz, el corrupto, … alienta el empobrecimiento. Integrar a todos y a todo supone libertad, igualdad y respeto a la Ley. Un marco jurídico en el que se dé rienda suelta a la energía de los ciudadanos, a su libertad, la cual es, en el fondo, la mayor y mejor de las riquezas. No hay nada más beneficioso que miles o millones de seres humanos desplegando su creatividad al servicio de sus propios intereses y, necesariamente, al de los demás. La diversidad, la libertad, la iniciativa individual y colectiva. Éstas son de las que brotan las riquezas. Más que de los recursos naturales, incluso, los del petróleo.

Si Canarias no es el mejor lugar para los canarios, es porque tiene un entramado institucional en el que la libertad, la libre iniciativa, la diversidad, la pluralidad, y la competencia soportan el atroz intervencionismo. Me parece muy paradójico que el mismo día en que conocíamos lo que la Naturaleza ha decidido, el Gobierno de Canarias acordaba la reforma de la Ley 2/2013, 29 mayo, de renovación y modernización turística. Canarias tiene uno de los más tristes récords: el urbanismo más intervencionista. Algunos datos. Desde las primeras leyes de mediados de los 80, hasta la vigente, el Decreto legislativo 1/2000, se habían aprobado 7 leyes. Muchas para un periodo de 15 años. A su vez, el vigente Decreto legislativo 1/2000 ha sido modificado 19 veces por otras tantas leyes, en un periodo de 14 años, sin contar con la enésima que se nos anuncia. Esto significa que desde la primera ley (Ley 3/1985) hasta la última modificación (Ley 9/2014), Canarias ha aprobado la friolera de 26 leyes, en 29 años. No incluyo las leyes de ordenación turística (Leyes 6/2002, 6/2009 y 2/2013), ni tampoco las que aprueban los instrumentos de planificación (Leyes 5/1992 y 19/2003), ni, por último, las normas reglamentarias, tanto las de desarrollo (Decretos 11/1997, 127/2001, 129/2001, 189/2001, 183/2004, 55/2006, y 124/2007), como las que aprueban los instrumentos de planificación (Decretos 63/1991, 100/2001, 56/2003, 277/2003, 193/2006, 95/2007, 56/2011, 71/2011, 97/2011, 307/2011, 38/2013, 4/2014, 19/2014, 43/2014, y 92/2014). Leyes y normas reglamentarias que han sufrido, a su vez, modificaciones por otras tantas.

Un intervencionismo que no ha conseguido el resultado pretendido (como fácilmente se puede comprobar) y se ha proyectado sobre todas las libertades que hacen del territorio su soporte. El turismo, el comercio, … cualquier libertad. La escasez del suelo y su alto valor ambiental han sido las excusas para que el Gobierno, con el concurso del resto de los poderes de la Comunidad, sea una suerte de planificador económico centralizado. No hay ninguna actividad económica en la que su huella no esté presente. El territorio y sus valores como excusa. Siempre como excusa. La de ser el “mejor lugar del mundo”, pero el peor para los canarios. Acemoglu y Robinson lo han demostrado. La riqueza está en las instituciones. No en los recursos naturales. El mejor lugar necesita las mejores instituciones, las inclusivas, las creíbles y las legítimas. El Gobierno de Canarias ha perdido su capital de reconocimiento en el guirigay que ha montado con la excusa del petróleo. Patético.

Canarias para ser el mejor lugar también para los canarios, debería contar con el mejor entramado institucional en el que los ciudadanos y su libertad sean el centro. Cuando es el intervencionismo el que se proyecta sobre todos los ámbitos, el resultado no es sólo ineficiencia, empobrecimiento, sino también corrupción. En el Preámbulo de la Constitución de Estados Unidos, la primera Constitución democrática del mundo, se afirma lo que sigue siendo capital: “Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer Justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la Defensa común, promover el bienestar general y asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad, ordenamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América.” El pueblo, los ciudadanos constituyeron un Estado para “asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad”. El Estado, las instituciones, sólo tienen sentido si se constituyen y funcionan sin olvidar esta máxima que sigue siendo importante, la única importante en las democracias: asegurar la libertad, no para esclavizarla, siempre con las mismas excusas del déspota ilustrado. Canarias no tiene la riqueza del petróleo, pero tiene la mayor de las riquezas, la libertad ciudadana. Ahora corresponde que las instituciones recuperen la función que les da sentido: servirla.

(La Provincia/Diario de Las Palmas, 18/01/2015)

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