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Política: fe, creencia y frustración


La política es el arte de la esperanza. Se promete. Se define un mundo. Se detalla la nueva utopía. Todos los problemas encuentran solución. La política presenta la contra-imagen a los problemas. Es la solución a todo y para todos.

Es inevitable que la política se confunda con la mentira. Al soñar un mundo ideal, de soluciones, no se repara si son alcanzables. Es lo menos importante. De ahí la mentira. Es la visión después de la batalla. Después del triunfo. Solo queda la mentira. Mentira mentirosa, oportunista o piadosa. Es irrelevante. No se han cumplido las promesas. Porque no era posible. O porque no se quiso.

El componente esencial de la política es la credibilidad. Es la certeza de que lo prometido, la política, se harán realidad, se convertirá en hecho. No hay credibilidad cuando los hechos desmienten o desautorizan el sueño. No lo permiten.

La globalización y la tecnología lo han cambiado todo. También la mentira. Tiene un vuelo aun más corto. El éxito de los populismo izquierdistas radica en que no tienen un historial que desmienta la política. No hay historial de la mentira. Se benefician de la buena fe del sufrido ciudadano. El empeño de los medios y de los contrincantes en demostrar que también tienen un historial que les compromete tiene la dificultad de que se tratan de irregularidades menores. Más simbólicas que reales. No han disfrutado de poder alguno. No pueden presentar un historial como el de los “otros”.

Los populismos demuestran que hoy la política no es ideología, es fe, es creencia, es credibilidad. Y no son creíbles los sumos sacerdotes de iglesias que cuentan con un historial de hechos que acreditan que son mentirosos compulsivos por vocación, por interés o por oportunismo. Los nuevos sacerdotes pueden presentar una fe inmaculada. No hay pecado. Hasta que toque y administren poder. Y se convertirán en una fe de poder. Y para alcanzarlo y mantenerlo la mentira es requisito imprescindible. El mismo que les condenara a la expulsión del poder.

Todos estos sentimientos sobre el poder, la fe, la mentira y la frustración están asociadas a unas expectativas desmedidas del poder. Alimentada por el poder mismo. Es imprescindible para todo, incluida la libertad. Hemos olvidado que todo debería descansar sobre nuestra libertad y nuestra responsabilidad. Es el circulo vicioso. Más poder, más felicidad, más utopía liberadora. Frente a la realidad de que no hay más felicidad porque lo prometido ni se cumple ni se puede cumplir. La frustración. La indignación. La ira. El populismo.

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