Que en la reunión del Banco Mundial del pasado fin de semana se considere la crisis alimentaria como de mayor gravedad e importancia que la crisis crediticia (vid. The New York Times) demuestra la gravedad de esta última. Decisiones que se han demostrado equivocadas por sus implicaciones (los biocombustibles) en un contexto determinado (incremento de la demanda de alimentos en paises emergentes como China e India) están abocando a la hambruna a paises que ya estaban en situación crítica. Que este problema tan grave pueda desplazar el problema de la crísis crediticia no resta un ápice a la importancia de esta. Al contrario, demuestra su gravedad, tal que puede ser comparada con la crisis con mayúscula que es la de la crisis humanitaria que sufren millones de personas.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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