El precio de la tonelada de dióxido de carbono alcanzará este año los 25 € (Expansión 11 de abril de 2008). Según parece, este precio será suficiente para que el mercado comience a operar como un mecanismo eficaz y eficiente de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Hasta ahora, el mercado era más una entelequia o, incluso, un ejercio teórico sobre las bondades del mercado como medio o técnica de protección ambiental. El mercado sólo puede desplegar sus efectos si el precio es capaz de enviar una señal adecuada hacia la dirección correcta en términos de interés público. Es lógico pensar que la señal emitida fue equivocada (contraproducente) cuando el año pasado el precio fue de 0 € tonelada. Esperemos que partir de ahora y, sobre todo, de manera continuada, el precio de la tonelada de dióxido de carbono sea coherente con la importante función que se le ha asignado a este mercado.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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