Un tema que siempre me ha interesado es el sectarismo. ¿Qué es? Según el Diccionario de la Lengua Española, al que siempre acudo por su autoridad y su inteligencia, nos dice que un sectario es un "secuaz, fanático e intransigente, de un partido o de una idea". Se trata de un seguidor, fanático e intransigente, de un partido o de una idea. Este seguimiento se caracteriza, como fácilmente se puede comprobar, por la carencia de espíritu crítico, entendiendo por tal la capacidad para examinar la política o la ideología "del otro" y discernir, al menos, lo bueno y lo malo que se le puede admitir. Para el sectario, el otro es como el demonio: ¡¡nada bueno!! ¡¡todo malo!! Esta negación de la posibilidad de la bondad de las ideas del otro se extiende a la persona. El sectario niega las ideas del otro y a continuación, sin solución de continuidad, niega la persona del otro. Por esta razón, el sectarismo ha impulsado los crímenes más horribles. Si el otro es como el demonio, su destino ya sabemos cuál es.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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